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Cuerpo y alma en la concepción del hombre

2023

Universidad Nacional de Jujuy Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Profesorado en Letras Cátedra: Antropología Filosófica Alumna: Hamud, Yamila María Nahir Cuerpo y alma en la concepción del hombre ● Introducción Debido a que el objeto de estudio de la antropología filosófica estriba en la reflexión de aquello que definimos por hombre o ser humano, haré un recorrido por las concepciones de hombre de Platón, Duns Escoto y René Descartes. Sin embargo, pondré énfasis en las características que le atribuyen estos filósofos tanto al cuerpo como al alma. Para finalmente contrastarlo con la cosmovisión andina. Dado que, consiste en una pregunta universal (núcleo problemático universal) y deja entrever que no hay un único modo de pensar lo humano. ● Desarrollo Antes de adentrarnos en la reflexión sobre el hombre por parte de estos célebres filósofos, hay que entender que cada uno lo hace partiendo desde su metafísica, de forma tal que condiciona el modo de ser del hombre y su percepción. Así mismo, en la Edad Antigua, en la cosmovisión griega, Platón sostiene que existen dos realidades, cuyos principios ontológicos difieren entre sí y va a proponer el “Dualismo metafísico”. Por un lado, tenemos “El mundo inteligible” o de las ideas: Aquí las cosas son inmutables, infinitas y perfectas. Es el mundo de los entes auténticos y fundamentales, que es real y perfecto; es donde habitan las almas divinas y humanas que almacenan el conocimiento de las ideas. Por otra parte, está “El mundo tangible” o sensible: Este es una copia del inteligible, es imperfecto, mutable, finito y material. Se dice que este es una copia porque depende de la idea, nunca la alcanza y solo se aproxima en menor o mayor medida; De modo que, está constituido por objetos que se debaten entre el ser y no ser, aquí habita el hombre. Este dualismo metafísico se va a traducir en un dualismo antropológico. Para dar cuenta de ello, Platón se vale del “Mito del carruaje alado” Mediante el mismo, el filósofo plantea que “El hombre está compuesto de cuerpo y alma”. Sin embargo, estos van a ser dos elementos distintos, pues el alma pertenece al mundo inteligible, va a ser la parte divina, perfecta e inmortal. En cambio, el cuerpo pertenece al mundo tangible, este es material, corruptible y finito. A su vez, Plantón dice que el alma es tripartita, y es representada por el auriga (parte racional), el caballo díscolo (representa las necesidades corporales y los vicios) y el caballo dócil (parte irascible que se corresponde a las pasiones). Sin embargo, estas tres partes del alma son una unidad en sí. En suma, Platón dice que el hombre está compuesto de cuerpo y alma, pero se habla en términos de dualismo porque no es una unión armónica. Sucede que en el caso de las almas humanas, el carruaje que circula por el mundo de las ideas (buscando ascender en el conocimiento) cuando uno de los caballos logra vencer, el alma cae al mundo sensible y queda encarnado en un cuerpo. Al caer atraviesa el río Leteo y olvida todo lo que contempló en el mundo de las ideas, hasta su propia preexistencia. Sin embargo, por medio del conocimiento, puede recuperarlo, aunque no en su totalidad. Aristocles dice que el cuerpo es una limitación para el alma porque está condenado a captar por los sentidos y estos son engañosos. Ergo, no le permite alcanzar la verdad. De allí que afirme que “el cuerpo es la cárcel del alma” y que lo mejor que le podía ocurrir al hombre es la muerte para volver a ascender al mundo de las ideas. Antes de adentrarnos en la Cosmovisión Medieval, hay que tener en cuenta la noción de criatura y de persona que surge en este periodo. La primera se debe a que en el medioevo se afirmaba que el hombre fue creado por Dios, como todos los demás. Ahora bien, al reflexionar sobre la persona, Juan Duns Escoto no deja de lado que fue creado a imagen y semejanza de Dios. Por ello, se adhiere a la definición de Ricardo de San Víctor, quien reemplaza el término sustancia por existencia, ciñe el estatuto del hombre existencial. Es decir que, para él, la persona no es una cosa, sino que es un modo de existencia. Y no se adhiera Escoto a la de Boecio, según el cual la persona era una sustancia individual de naturaleza racional; ello implica que el alma es la persona, lo cual es falso. Por consiguiente, el filósofo deduce que el hecho de provenir de Dios, no es un límite para ser algo, sino que somos alguien, y este modo de ser alguien es una “existencia”. Por ello, en cuanto a la definición de persona, Escoto va a decir que “La persona humana es una existencia incomunicable de naturaleza intelectual vinculado a Dios y a los demás humanos.” Es una existencia porque el filósofo se va a referir a diversos temas metafísicos como el “modo de ser del hombre”. Él parte de la etimología de la palabra “Existencia”. “Ex” es la preposición —de o desde—, “Sistencia” es un verbo que significa —permanecer desde el ser—. De modo que, la palabra ex-sistencia va a significar —Algo que tiene origen y que permanece, algo que está y que está siendo.— Por ende, en el plano metafísico, es la característica de existir de la persona, para Escoto la existencia no es una cosa, sino que es un “modo de estar en el mundo”. Es incomunicable porque si bien todos somos criaturas de Dios, cada existencia es única, irrepetible e intransferible; y es de naturaleza espiritual porque es lo que tenemos en común los seres humanos, el ser humano es pensante y la razón es precisamente lo que lo diferencia del animal. Hecha esta distinción, podemos referirnos al concepto de hombre de Escoto: “El hombre es una unión sustancial compuesta de cuerpo y alma”. El filósofo sostiene que el cuerpo, es aquello que es independientemente del alma, es corporeidad viviente y tiene su propio estatus ontológico. Por lo cual no es una simple cosa. Por su parte, el alma humana es una sustancia espiritual que está unida al cuerpo en su forma sustancial, y que esta se manifiesta por medio de operaciones propias del hombre como el conocer (el hombre siempre está impulsado a conocer todo) y el querer (impulsado por la voluntad, el hombre es dueño de sus actos). Pues es deseo de conocer le es natural y con ello se le concede al hombre su carácter de ser persona y se lo separa del animal porque el alma le otorga al cuerpo la posibilidad de existir, conocer y elegir durante su vida. Le otorga libertad. De modo que, Escoto, si bien habla de cuerpo y alma, no se refiere en términos de dicotomía. Él defiende la unidad del hombre como un compuesto indivisible de cuerpo y alma, no se los puede tomar separadamente porque es la unidad lo que hace al hombre. Es un todo perfecto. No obstante, Escoto va a agregar a está definición el término de “Independencia absoluta y Último Solitudo”. La primera se refiere a que si bien somos criaturas de Dios, esto no anula la independencia personal del hombre. Dios nos crea, pero tanto la inteligencia como la voluntad no son dirigidas por él, es más, cada uno tiene la voluntad de decidir y de autodeterminarse. En cuanto a “Último solitudo” se refiere a que cada uno toma sus decisiones en soledad, pero existiendo con otros seres. Pues él dice que cada uno decide quién es y nadie puede interferir en ello, somos libres de cualquier dependencia real del ser con respecto a otras personas. “(...) la independencia personal es lo que más puede lograr para sí en su estado de existencia.” Cabe mencionar que la soledad no se entiende aquí como una “pobreza de personalidad”, sino que es una soledad por voluntad, con el fin de buscar un camino existencial elegido, y además en el pensamiento medieval, a la soledad se lo traduce como solidaridad en la relación que uno lleva adelante con otro, porque con otros se va existiendo. Por último, Escoto plantea que el hombre es una realidad que anhela ser asociada, pero que no lo lograra en este estado de “Homo Viator”: hombre que viaja. Pues el hombre, para el clérigo, recorre un camino de autoconocimiento y de búsqueda constante. Es un peregrino de la vida que intenta entender su propia existencia. Por lo cual, nunca podrá sentirse asociado porque la vida es una constante búsqueda de sí mismo y de la realidad de su existencia. De modo que, según Escoto, el hombre, en cuanto a sustancia espiritual, depende ontológicamente de Dios. El hombre es sustancia; en cambio, la persona es existencia, un ser en sí que depende de sí mismo. Por último, en la cosmovisión moderna, en René Descartes la metafísica desempeña un papel fundamental en su filosofía. Ya en su obra célebre “Meditaciones” plantea una serie de argumentos y reflexiones sobre la naturaleza de la realidad. En su Segunda Meditación, el filósofo se encuentra en un estado de incertidumbre respecto a la realidad y a su propia existencia, pues afirma que dudará de todo lo existente hasta que haya comprendido que en el mundo no hay nada cierto. Por este motivo, Descartes se pregunta si habrá algún Dios u otra entidad que le introduzca estos pensamientos. No obstante —dice— aunque alguien lo engañe, no tiene duda de una cosa: “Soy algo”, luego se pregunta “¿Qué soy?” Y se responde “soy una cosa que piensa”; ¿Y qué es una cosa que piensa? Y responde: una cosa que ama, siente, duda, etc. Así, por medio de la duda metódica, va a concluir lo siguiente: “Duda de todo lo que provenga del cuerpo (sentidos) y del conocimiento matemático. Pero de lo único que no se puede dudar es —que dudo— y si dudo es porque estoy pensando, y si pienso es porque existo. “Cogito ergo sum” (pienso entonces existo)”. Ahora bien, René Descartes va a decir que el hombre es un dualismo (en un sentido análogo a Platón), pero a diferencia de él, no desprecia al cuerpo, es más, dice que es un complemento del alma, como algo supeditado al alma. Aún así, habla en términos de dualismos porque el cuerpo y el alma son dos elementos heterogéneos que constituyen al hombre. De allí que afirme: “el hombre es un sujeto compuesto de la unión de dos sustancias, una pensante (alma) y una extensa (el cuerpo)”. Esto se debe a que para el filósofo, el alma es la “Res-cogitans”, es el elemento fundamental del hombre porque le otorga la capacidad de pensar, es la parte racional. Pero, además, el alma es aquello que le permite al cuerpo nutrirse, moverse por sí mismo y sentir. Y la esencia del alma es el pensamiento, que no tiene extensión, no depende del cuerpo y se asocia a Dios. Por su parte, el cuerpo es una máquina compuesta de carne y hueso, una figura delimitada que ocupa un sitio en el espacio. Pues lo entiende como una “Res-extensa”, en el sentido que es una cualidad matemática captada por la inteligencia. El cuerpo va a ser visto por Descartes como una fuente de sospechas para alcanzar el verdadero conocimiento. Cabe mencionar que el filósofo no duda solo de su existencia, sino también de lo que ve y registra por el cuerpo. En su segunda meditación afirma “el origen del conocimiento radica en la razón y no en los sentidos” Para él los sentidos no llevan a un conocimiento preciso, sino que solo se llega internamente mediante el ejercicio de la razón. De modo que, el alma es una entidad distinta al cuerpo, está se asocia a lo divino. El cuerpo es solo materia y no es más que el medio del que se sirve el alma para interactuar con el mundo material, pero que están conectadas por medio de una Glándula pineal. Por último, en la edad moderna surge el término de sujeto para referirse al hombre y el filósofo lo identifica con el alma porque es la esencia del hombre. ● Conclusión A forma de síntesis podemos decir que, estos filósofos conciben al alma en relación a la razón. Y el cuerpo, por el contrario, va a ser una fuente de sospecha. Sin embargo, sólo Platón y Descartes ven al hombre en términos de dualismos. Para la mirada platónica, el hombre tiene una parte divina y otra material y está unión es forzosa como una cárcel. Para la mirada cartesiana, el hombre tiene dos elementos diferentes, una res cogitans (divina) y una res extensa (material), pero conectados por una glándula pineal. Pero la mirada escotista, si bien se refiere al hombre como la unión del cuerpo y alma, no los convierte en dicotomías. Puesto que tanto el cuerpo como el alma son productos divinos de la creación, además el hombre es un todo perfecto. Lo cual resulta interesante porque a la podemos asemejar con la cosmovisión andina. Para esta cosmovisión, el hombre es entendido como una totalidad, una parte integrada dentro de la red universal que es el cosmos o pacha. Pues la región andina se rige por el principio espiritual y vital del “animus”. La cual no es una característica privativa de los seres vivos, sino que engloba al todo (montañas, minerales, fenómenos,etc.) Esto se ve en la salud andina que estriba en el equilibrio de la persona que posee tres entidades, agente sombras, llamada alma: Ajayu, animu, kuraji. Pues la pérdida de una de estas entidades implica la enfermedad o la muerte. Cabe mencionar que la cosmovisión Andina no habla de un sujeto individual sino de un sujeto colectivo porque supone una relacionalidad. Esto quiere decir que ni su identidad ni su existencia pueden ser definidas por fuera de los lazos que los unen con el cosmos y con los otros seres y entidades. Aquí difiere con Escoto porque concibe al hombre la libertad. Por último, el ser humano andino —el runa o jaqi— no se distingue por su capacidad racional o logos, como lo plantea la cosmovisión occidental, sino que se distingue por su función de mediación dentro de la totalidad de las relaciones cósmicas. Esto se debe a que el hombre andino es un mediador que conoce mediante los rituales, el trabajo. Pues el trabajo no es para el andino un acto productivo (como si para la mirada europea marxista) sino que es un diálogo intenso e íntimo con las fuerzas de las vidas. He de allí lo celebrativo. Finalmente podemos ver cómo la cosmovisión occidental pretende, por medio del discurso filosófico, constituir un discurso hegemónico racional del hombre para posicionarse como verdad absoluta. Sin embargo, la cosmovisión andina nos invita a pensar al hombre a partir de una mirada subjetiva y de un ethos porque cada uno se piensa a sí mismo suponiendo un horizonte de sentidos. Por ende, no hay un único modo de pensar lo humano.