Universidad Nacional de Jujuy
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Profesorado en Letras
Cátedra: Antropología Filosófica
Alumna: Hamud, Yamila María Nahir
Cuerpo y alma en la concepción del hombre
● Introducción
Debido a que el objeto de estudio de la antropología filosófica estriba en la reflexión de
aquello que definimos por hombre o ser humano, haré un recorrido por las concepciones
de hombre de Platón, Duns Escoto y René Descartes. Sin embargo, pondré énfasis en las
características que le atribuyen estos filósofos tanto al cuerpo como al alma. Para finalmente
contrastarlo con la cosmovisión andina. Dado que, consiste en una pregunta universal (núcleo
problemático universal) y deja entrever que no hay un único modo de pensar lo humano.
● Desarrollo
Antes de adentrarnos en la reflexión sobre el hombre por parte de estos célebres filósofos,
hay que entender que cada uno lo hace partiendo desde su metafísica, de forma tal que
condiciona el modo de ser del hombre y su percepción.
Así mismo, en la Edad Antigua, en la cosmovisión griega, Platón sostiene que existen dos
realidades, cuyos principios ontológicos difieren entre sí y va a proponer el “Dualismo
metafísico”. Por un lado, tenemos “El mundo inteligible” o de las ideas: Aquí las cosas
son inmutables, infinitas y perfectas. Es el mundo de los entes auténticos y fundamentales,
que es real y perfecto; es donde habitan las almas divinas y humanas que almacenan el
conocimiento de las ideas. Por otra parte, está “El mundo tangible” o sensible: Este es una
copia del inteligible, es imperfecto, mutable, finito y material. Se dice que este es una copia
porque depende de la idea, nunca la alcanza y solo se aproxima en menor o mayor medida;
De modo que, está constituido por objetos que se debaten entre el ser y no ser, aquí habita el
hombre.
Este dualismo metafísico se va a traducir en un dualismo antropológico. Para dar cuenta de
ello, Platón se vale del “Mito del carruaje alado” Mediante el mismo, el filósofo plantea que
“El hombre está compuesto de cuerpo y alma”.
Sin embargo, estos van a ser dos elementos distintos, pues el alma pertenece al mundo
inteligible, va a ser la parte divina, perfecta e inmortal.
En cambio, el cuerpo pertenece al mundo tangible, este es material, corruptible y finito.
A su vez, Plantón dice que el alma es tripartita, y es representada por el auriga (parte
racional), el caballo díscolo (representa las necesidades corporales y los vicios) y el caballo
dócil (parte irascible que se corresponde a las pasiones). Sin embargo, estas tres partes del
alma son una unidad en sí.
En suma, Platón dice que el hombre está compuesto de cuerpo y alma, pero se habla en
términos de dualismo porque no es una unión armónica. Sucede que en el caso de las almas
humanas, el carruaje que circula por el mundo de las ideas (buscando ascender en el
conocimiento) cuando uno de los caballos logra vencer, el alma cae al mundo sensible y
queda encarnado en un cuerpo. Al caer atraviesa el río Leteo y olvida todo lo que contempló
en el mundo de las ideas, hasta su propia preexistencia. Sin embargo, por medio del
conocimiento, puede recuperarlo, aunque no en su totalidad. Aristocles dice que el cuerpo es
una limitación para el alma porque está condenado a captar por los sentidos y estos son
engañosos. Ergo, no le permite alcanzar la verdad. De allí que afirme que “el cuerpo es la
cárcel del alma” y que lo mejor que le podía ocurrir al hombre es la muerte para volver a
ascender al mundo de las ideas.
Antes de adentrarnos en la Cosmovisión Medieval, hay que tener en cuenta la noción de
criatura y de persona que surge en este periodo. La primera se debe a que en el medioevo se
afirmaba que el hombre fue creado por Dios, como todos los demás. Ahora bien, al
reflexionar sobre la persona, Juan Duns Escoto no deja de lado que fue creado a imagen y
semejanza de Dios. Por ello, se adhiere a la definición de Ricardo de San Víctor, quien
reemplaza el término sustancia por existencia, ciñe el estatuto del hombre existencial. Es
decir que, para él, la persona no es una cosa, sino que es un modo de existencia. Y no se
adhiera Escoto a la de Boecio, según el cual la persona era una sustancia individual de
naturaleza racional; ello implica que el alma es la persona, lo cual es falso.
Por consiguiente, el filósofo deduce que el hecho de provenir de Dios, no es un límite para
ser algo, sino que somos alguien, y este modo de ser alguien es una “existencia”. Por ello,
en cuanto a la definición de persona, Escoto va a decir que “La persona humana es una
existencia incomunicable de naturaleza intelectual vinculado a Dios y a los demás
humanos.”
Es una existencia porque el filósofo se va a referir a diversos temas metafísicos como el
“modo de ser del hombre”. Él parte de la etimología de la palabra “Existencia”. “Ex” es la
preposición —de o desde—, “Sistencia” es un verbo que significa —permanecer desde el
ser—. De modo que, la palabra ex-sistencia va a significar —Algo que tiene origen y que
permanece, algo que está y que está siendo.— Por ende, en el plano metafísico, es la
característica de existir de la persona, para Escoto la existencia no es una cosa, sino que es un
“modo de estar en el mundo”. Es incomunicable porque si bien todos somos criaturas de
Dios, cada existencia es única, irrepetible e intransferible; y es de naturaleza espiritual porque
es lo que tenemos en común los seres humanos, el ser humano es pensante y la razón es
precisamente lo que lo diferencia del animal.
Hecha esta distinción, podemos referirnos al concepto de hombre de Escoto: “El hombre es
una unión sustancial compuesta de cuerpo y alma”.
El filósofo sostiene que el cuerpo, es aquello que es independientemente del alma, es
corporeidad viviente y tiene su propio estatus ontológico. Por lo cual no es una simple cosa.
Por su parte, el alma humana es una sustancia espiritual que está unida al cuerpo en su forma
sustancial, y que esta se manifiesta por medio de operaciones propias del hombre como el
conocer (el hombre siempre está impulsado a conocer todo) y el querer (impulsado por la
voluntad, el hombre es dueño de sus actos). Pues es deseo de conocer le es natural y con ello
se le concede al hombre su carácter de ser persona y se lo separa del animal porque el alma le
otorga al cuerpo la posibilidad de existir, conocer y elegir durante su vida. Le otorga libertad.
De modo que, Escoto, si bien habla de cuerpo y alma, no se refiere en términos de dicotomía.
Él defiende la unidad del hombre como un compuesto indivisible de cuerpo y alma, no se los
puede tomar separadamente porque es la unidad lo que hace al hombre. Es un todo perfecto.
No obstante, Escoto va a agregar a está definición el término de “Independencia absoluta y
Último Solitudo”. La primera se refiere a que si bien somos criaturas de Dios, esto no anula
la independencia personal del hombre. Dios nos crea, pero tanto la inteligencia como la
voluntad no son dirigidas por él, es más, cada uno tiene la voluntad de decidir y de
autodeterminarse.
En cuanto a “Último solitudo” se refiere a que cada uno toma sus decisiones en soledad, pero
existiendo con otros seres. Pues él dice que cada uno decide quién es y nadie puede interferir
en ello, somos libres de cualquier dependencia real del ser con respecto a otras personas. “(...)
la independencia personal es lo que más puede lograr para sí en su estado de existencia.”
Cabe mencionar que la soledad no se entiende aquí como una “pobreza de personalidad”,
sino que es una soledad por voluntad, con el fin de buscar un camino existencial elegido, y
además en el pensamiento medieval, a la soledad se lo traduce como solidaridad en la
relación que uno lleva adelante con otro, porque con otros se va existiendo.
Por último, Escoto plantea que el hombre es una realidad que anhela ser asociada, pero que
no lo lograra en este estado de “Homo Viator”: hombre que viaja. Pues el hombre, para el
clérigo, recorre un camino de autoconocimiento y de búsqueda constante. Es un peregrino de
la vida que intenta entender su propia existencia. Por lo cual, nunca podrá sentirse asociado
porque la vida es una constante búsqueda de sí mismo y de la realidad de su existencia.
De modo que, según Escoto, el hombre, en cuanto a sustancia espiritual, depende
ontológicamente de Dios. El hombre es sustancia; en cambio, la persona es existencia, un ser
en sí que depende de sí mismo.
Por último, en la cosmovisión moderna, en René Descartes la metafísica desempeña un
papel fundamental en su filosofía. Ya en su obra célebre “Meditaciones” plantea una serie de
argumentos y reflexiones sobre la naturaleza de la realidad. En su Segunda Meditación, el
filósofo se encuentra en un estado de incertidumbre respecto a la realidad y a su propia
existencia, pues afirma que dudará de todo lo existente hasta que haya comprendido que en el
mundo no hay nada cierto. Por este motivo, Descartes se pregunta si habrá algún Dios u otra
entidad que le introduzca estos pensamientos. No obstante —dice— aunque alguien lo
engañe, no tiene duda de una cosa: “Soy algo”, luego se pregunta “¿Qué soy?” Y se responde
“soy una cosa que piensa”; ¿Y qué es una cosa que piensa? Y responde: una cosa que ama,
siente, duda, etc. Así, por medio de la duda metódica, va a concluir lo siguiente: “Duda de
todo lo que provenga del cuerpo (sentidos) y del conocimiento matemático. Pero de lo único
que no se puede dudar es —que dudo— y si dudo es porque estoy pensando, y si pienso es
porque existo. “Cogito ergo sum” (pienso entonces existo)”.
Ahora bien, René Descartes va a decir que el hombre es un dualismo (en un sentido análogo
a Platón), pero a diferencia de él, no desprecia al cuerpo, es más, dice que es un complemento
del alma, como algo supeditado al alma. Aún así, habla en términos de dualismos porque el
cuerpo y el alma son dos elementos heterogéneos que constituyen al hombre. De allí que
afirme: “el hombre es un sujeto compuesto de la unión de dos sustancias, una pensante
(alma) y una extensa (el cuerpo)”.
Esto se debe a que para el filósofo, el alma es la “Res-cogitans”, es el elemento fundamental
del hombre porque le otorga la capacidad de pensar, es la parte racional. Pero, además, el
alma es aquello que le permite al cuerpo nutrirse, moverse por sí mismo y sentir. Y la esencia
del alma es el pensamiento, que no tiene extensión, no depende del cuerpo y se asocia a Dios.
Por su parte, el cuerpo es una máquina compuesta de carne y hueso, una figura delimitada
que ocupa un sitio en el espacio. Pues lo entiende como una “Res-extensa”, en el sentido que
es una cualidad matemática captada por la inteligencia. El cuerpo va a ser visto por Descartes
como una fuente de sospechas para alcanzar el verdadero conocimiento.
Cabe mencionar que el filósofo no duda solo de su existencia, sino también de lo que ve y
registra por el cuerpo. En su segunda meditación afirma “el origen del conocimiento radica
en la razón y no en los sentidos” Para él los sentidos no llevan a un conocimiento preciso,
sino que solo se llega internamente mediante el ejercicio de la razón.
De modo que, el alma es una entidad distinta al cuerpo, está se asocia a lo divino. El cuerpo
es solo materia y no es más que el medio del que se sirve el alma para interactuar con el
mundo material, pero que están conectadas por medio de una Glándula pineal. Por último,
en la edad moderna surge el término de sujeto para referirse al hombre y el filósofo lo
identifica con el alma porque es la esencia del hombre.
● Conclusión
A forma de síntesis podemos decir que, estos filósofos conciben al alma en relación a la
razón. Y el cuerpo, por el contrario, va a ser una fuente de sospecha. Sin embargo, sólo
Platón y Descartes ven al hombre en términos de dualismos. Para la mirada platónica, el
hombre tiene una parte divina y otra material y está unión es forzosa como una cárcel. Para la
mirada cartesiana, el hombre tiene dos elementos diferentes, una res cogitans (divina) y una
res extensa (material), pero conectados por una glándula pineal. Pero la mirada escotista, si
bien se refiere al hombre como la unión del cuerpo y alma, no los convierte en dicotomías.
Puesto que tanto el cuerpo como el alma son productos divinos de la creación, además el
hombre es un todo perfecto. Lo cual resulta interesante porque a la podemos asemejar con
la cosmovisión andina.
Para esta cosmovisión, el hombre es entendido como una totalidad, una parte integrada
dentro de la red universal que es el cosmos o pacha. Pues la región andina se rige por el
principio espiritual y vital del “animus”. La cual no es una característica privativa de los
seres vivos, sino que engloba al todo (montañas, minerales, fenómenos,etc.)
Esto se ve en la salud andina que estriba en el equilibrio de la persona que posee tres
entidades, agente sombras, llamada alma: Ajayu, animu, kuraji. Pues la pérdida de una de
estas entidades implica la enfermedad o la muerte.
Cabe mencionar que la cosmovisión Andina no habla de un sujeto individual sino de un
sujeto colectivo porque supone una relacionalidad. Esto quiere decir que ni su identidad ni su
existencia pueden ser definidas por fuera de los lazos que los unen con el cosmos y con los
otros seres y entidades. Aquí difiere con Escoto porque concibe al hombre la libertad.
Por último, el ser humano andino —el runa o jaqi— no se distingue por su capacidad racional
o logos, como lo plantea la cosmovisión occidental, sino que se distingue por su función de
mediación dentro de la totalidad de las relaciones cósmicas. Esto se debe a que el hombre
andino es un mediador que conoce mediante los rituales, el trabajo. Pues el trabajo no es para
el andino un acto productivo (como si para la mirada europea marxista) sino que es un
diálogo intenso e íntimo con las fuerzas de las vidas. He de allí lo celebrativo.
Finalmente podemos ver cómo la cosmovisión occidental pretende, por medio del discurso
filosófico, constituir un discurso hegemónico racional del hombre para posicionarse como
verdad absoluta. Sin embargo, la cosmovisión andina nos invita a pensar al hombre a partir
de una mirada subjetiva y de un ethos porque cada uno se piensa a sí mismo suponiendo un
horizonte de sentidos. Por ende, no hay un único modo de pensar lo humano.