Centro Scalabriniano de Estudos Migratórios (CSEM)
REMHU, Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana
ISSN impresso 1980-8585 - ISSN eletrônico 2237-9843
DOI:
http://dx.doi.org/10.1590/1980-85852503880006703
Cédric
Audebert, Handerson Joseph, Bruno Miranda
Received April 15, 2023 | Accepted April 29, 2023
Dossiê: ”Diásporas y movilidades negras en las Américas”
DIÁSPORAS NEGRAS: LAS NEGRITUDES EN MOVIMIENTO Y
LOS MOVIMIENTOS DE LAS NEGRITUDES
Black diasporas: negritudes on the move and
movements of the negritudes
Cédric Audebert a
Handerson Joseph b
Bruno Miranda c
1
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3
Resumen. Este artículo introductorio al dossier temático trae a colación nuevos
planteamientos en cuanto a la mirada que tenemos sobre las diásporas negras
y con respecto a los marcos conceptuales y empíricos de los estudios sobre
las movilidades. Está dividido en tres partes. En la primera, abordamos la
teoría reciente sobre las diásporas, así como su historicidad, espacialidades
y diversidades aplicadas al Atlántico negro. En la segunda, repasamos el
debate académico en torno a las (in)movilidades en trayectorias extendidas
como las registradas en los textos del dossier. Luego, nos acercamos a las
geografías reconfiguradas por el paso y la instalación de personas negras en el
continente americano. En la tercera parte, proponemos una sistematización en
dos niveles: la contribución del dossier a los estudios sobre las movilidades y
diásporas negras en las Américas y las líneas temáticas trabajadas. Por último,
presentamos sucintamente cada uno de los textos.
Palabras clave: movilidades; negritudes; racialización; diásporas negras;
diásporas africanas; migración caribeña.
Abstract. This introductory paper to the dossier brings up new approaches to
black diasporas and to the conceptual and empirical frameworks of mobility
studies. It is divided into three parts. In the first, we address recent theory on
diaspora, as well as the historicity, spatialities and diversities as applied to the
Black Atlantic. In the second, we review the scholarship in the field of (im)
mobilities in extended trajectories such as those examined in the dossier. Then,
we approach the geographies reconfigured by the transit and settlement of
Black people in the Americas. In the third part, we propose a systematization
on two levels: the contribution of the dossier to studies on Black mobilities and
diasporas, and the thematic lines explored. Finally, we briefly present each paper.
Keywords: mobilities; blackness; racialization; black diasporas; African
diasporas; Caribbean migration.
a
b
c
Université des Antilles. Martinique.
Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS). Porto Alegre, RS, Brasil.
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Distrito Federal, México.
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
Introducción
En las últimas décadas, hemos observado la expansión de los espacios de
la diáspora caribeña (Calmont, Audebert, 2007; Hommes & Migrations, 2002)
y el repunte de las movilidades procedentes del África subsahariana y del Sahel
en ciertos países sudamericanos (Maffia, Zubrzycki, 2017). Estos movimientos de
población han dado lugar a instalaciones más o menos duraderas y a migraciones
de refugio en varios lugares del subcontinente y a la reactivación de rutas
migratorias hacia el Norte (Joseph, Miranda, 2021). Sus trayectorias se inscriben
en varias escalas espaciales y de tiempo que determinan en gran medida la
especificidad de sus experiencias migratorias en los espacios de tránsito y de
asentamiento.
Una de las características fundamentales de las migraciones reside en la
geografía compleja de los recorridos. De hecho, la creciente diversidad de esas
migraciones Sur-Sur articula simultáneamente las movilidades transamericanas
(caribeñas) y transoceánicas (africanas), que se convierten a posteriori en
migraciones Sur-Norte, especialmente a las puertas de los Estados Unidos, y en
menor medida Canadá. La articulación de las escalas de movilidad entre localidad
y globalidad parece imprescindible para entender las lógicas de mundialización
migratoria en el marco de las cuales se inscriben las trayectorias.
En este contexto, es pertinente preguntarse: ¿En qué medida las experiencias
de las personas caribeñas y africanas permiten nuevas miradas académicas sobre
las migraciones en general y la renovación del conocimiento sobre las sociedades
americanas? Pistas de reflexión fecundas para comprender estas nuevas
migraciones y movilidades exploran la evolución del control migratorio, como
el cierre de las fronteras de los países del Norte, la redefinición de las políticas
migratorias sudamericanas ante las migraciones haitianas y afrocolombianas, los
cambios y reacomodos en los proyectos migratorios individuales o familiares, la
articulación entre el tránsito y la instalación, y sus efectos en las transformaciones
de los espacios migratorios sudamericanos y centroamericanos. Las movilidades
caribeñas y africanas proporcionan una nueva mirada sobre la relación de las
sociedades latinoamericanas con alteridades negras y diaspóricas en movilidad,
con otras negritudes, y más ampliamente sobre la geopolítica actual del
continente.
Este dossier de REMHU propone nuevos planteamientos en cuanto a la
mirada que tenemos sobre las diásporas negras y con respecto a los marcos
conceptuales y empíricos de estudios sobre las movilidades. Las reflexiones
presentadas tratan de las movilidades de las poblaciones negras procedentes
del Caribe, de Colombia y del África subsahariana, en el contexto de las
ramificaciones diaspóricas complejas dibujadas a escala del espacio atlántico.
El énfasis puesto en la agencia de las personas en el contexto de movilidad en
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las Américas permite una reflexión original sobre la noción de movimiento: las
negritudes en movimiento y el movimiento de las negritudes y las diásporas en
movimiento. Sus trayectorias y experiencias caracterizadas por la autonomía se
chocan con el puro miserabilismo de las representaciones estatales y mediáticas1.
Revelan también los procesos de racialización en las sociedades de asentamiento.
Nuestra reflexión introductora aborda la noción de diáspora y su aplicación
al mundo negro de las Américas, a partir de la forma en que se ha conceptualizado,
de la experiencia de racialización y de dispersión de las poblaciones negras, y
de la diversidad de sus realidades sociales y geográficas. Luego nos centraremos
en su movilidad reciente y en la renovación de la reflexión que han inspirado
sobre las diásporas negras en las Américas. Esos elementos nos permitirán poner
de relieve la contribución del dossier a los estudios sobre las movilidades y las
diásporas negras.
La noción de diáspora y su aplicación al mundo negro de las
Américas: perspectivas pluridisciplinares y globalizadas
La palabra diáspora tiene su origen en la Biblia, en el verbo griego
spirein [sembrar] y diaspirein [esparcir]. La noción de diáspora se ha aplicado
originalmente al pueblo judío para describir su dispersión histórica (Butler,
Domingues, 2020; Ma Mung et al., 1998). A partir de los años ochenta, en
un contexto de globalización, de mundialización migratoria y de hibridación
cultural (Appadurai, 2001), la utilización del concepto se ha extendido a otros
grupos geográficamente dispersos – chinos, griegos, armenios, libaneses, etc. –
que tenían en común la conservación de vínculos con la patria de origen y la
formación de minorías extranjeras con una fuerte conciencia colectiva (Bruneau,
1995; Tölölyan, 1996).
Michel Bruneau muestra que
La diáspora presupone también la referencia a una comunidad homogénea a largo
plazo, a una nación y a un territorio de origen sacralizado. Se constituye en una doble
tensión temporal y espacial: la tensión hacia otro lugar original (noción de exilio desde
un territorio de origen) y hacia un futuro idealizado, una “Tierra prometida”, que
puede ser, por ejemplo, el nuevo Mundo. (2004, p. 11)
1
Esa ideia se relaciona con la noción de “negrización de las migraciones” que “se convierte en
un campo social, un proceso a través del cual las trayectorias de las personas negras migrantes
interconectan las negritudes y las diásporas negras a través de sus caminos entre sociedades de
origen, de paso y de residencia, rompiendo con un modelo existencial y universal de ser migrante”
(Joseph, 2021, p. 84). De acuerdo con el autor, la negrización de las migraciones “tiene una
dimensión anticolonial y un carácter migratorio revolucionario, permite cambiar el enfoque de
la miseria de las personas negras que migran, para mirar otras escalas y otros niveles de análisis,
especialmente el potencial y la agencia de estas personas migrantes, reevaluando la estructura
conceptual y desarrollando nuevos modelos para explicar las diferencias raciales en el contexto
migratorio” (idem, p. 84).
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
En el mundo anglosajón, el éxito del concepto radica en la voluntad de
describir la existencia de comunidades étnicas marcadas por el apego al territorio
de origen y la conciencia de un sentimiento de identidad compartido en situación
de exilio. En el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y otros países de habla
inglesa, los estudios en historia, ciencias políticas o antropología han identificado
el mantenimiento y el desarrollo de una identidad propia del pueblo diaspórico,
la organización social, espacial y política interna de la diáspora distinta de la del
país de origen y de instalación, y el mantenimiento del vínculo real o simbólico
con la tierra original como características consensuales para describir las diásporas
(Sheffer, 1986; Cohen, 1997).
Haciéndose eco de las investigaciones del otro lado del Atlántico, las
ciencias sociales europeas comenzaron a describir las diásporas a partir de sus
elementos explicativos (políticos, económicos, culturales), su duración en el
tiempo largo, su mayor o menor dispersión geográfica, su cohesión comunitaria
más o menos afirmada, y los vínculos reales o imaginarios con la tierra original
(Rigoni, 1997). La investigación francesa ha desarrollado una reflexión geográfica
sobre las diásporas, destacando la dispersión geográfica, los vínculos entre los
polos dispersos, el mantenimiento de relaciones concretas o simbólicas con la
tierra de origen y el desarrollo de una identidad propia del pueblo disperso como
elementos de definición del concepto (Ma Mung, 1995).
A su vez, la reflexión teórica sobre la diáspora negra se ha distinguido al
centrarse más en el acontecimiento fundacional de la trata transatlántica de las
personas africanas esclavizadas que en las causas explicativas de la dispersión,
y focalizándose en el espacio atlántico como marco geográfico global de la
constitución y el desarrollo de la diáspora, más que en los espacios originales
africanos como tales. En efecto, mientras la diáspora africana se remite a
periodos antiguos, anteriores al Estado-nación, la diáspora negra es propiamente
moderna, enmarcada en la esclavitud y el colonialismo. En el límite, puede ser
considerada una “diáspora africana moderna”. Las ciencias sociales entienden la
diáspora negra como un tejido complejo y dinámico de culturas diversas cuyo
denominador común es la resistencia a cualquier sistema sociocultural construido
como dominante en las Américas (Gilroy, 1993; Hall, 1996; Chivallon, 2008).
La experiencia de la diáspora haitiana como parte de la geografía de la
diáspora negra en las Américas cambia radicalmente las perspectivas empíricas
y analíticas del concepto. En la última década, los estudios migratorios haitianos
muestran como el uso de la palabra diáspora se popularizó en el mundo social
haitiano, principalmente en los Estados Unidos, Canadá y Francia, y en el
propio Haití, a través de una unión de sentidos políticos, económicos, morales
e históricos, relativos a la propia “persona”. El término diáspora se utiliza como
sustantivo y adjetivo para calificar y designar personas, objetos, dinero, casas
y acciones, como en las expresiones: “Mi sueño es ser diáspora”, “Diáspora,
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¿cómo vas?”, “Eso es ropa diáspora”, “Tengo dinero diáspora”, “Esa es una casa
diáspora”, “Tú actúas como diáspora”, entre otras (Joseph, 2015, p. 55).
El concepto también tiene sus ambigüedades, como en las expresiones: “La
persona diáspora no es Dios”, “Aunque seas diáspora, eso no significa que tu
vida valga más que la de otras personas”. En otros términos, del punto de vista
pragmático, la diáspora es al mismo tiempo un sustantivo, un adjetivo y un verbo.
El término se emplea en diversas formas con distintas connotaciones: ser diáspora,
tener objetos diáspora, hacer cosa de diáspora (Joseph, 2019, p. 233-234).
La racialización de poblaciones negras: mecanismos históricos y
actualización de las relaciones sociales
La teorización de la experiencia social y cultural de las poblaciones negras
dispersas hace eco de los procesos de racialización a los que han sido sometidos
en las Américas y de sus incidencias en la construcción de relaciones sociales
asimétricas. Las condiciones históricas de emergencia de la categoría “negro”
están íntimamente vinculadas con las modalidades de colonización europea de
las Américas y los vínculos mercantiles con África que resultaron en la génesis del
sistema espacial atlántico moderno (Audebert et al., 2012). La esencialización de
la apariencia física y la biologización de las identidades con fines de dominación
y de jerarquización social constituyó la base de la relación entre la esclavitud
colonial y el prejuicio de color (Bonniol, 2008). Esa lógica justificó y legitimó
diversos procesos de violencia contra poblaciones negras, y la desigualdad en el
acceso a derechos, recursos y servicios en las Américas.
La naturalización de las jerarquías sociales hizo posible la perpetuación en el
tiempo de formas de racismo con clivajes fenotípicos o culturales (Fanon, 2009;
Guillaumin, 1972), y de la fijación de categorías definidas en términos raciales.
En los mundos afrodescendientes de las Américas, la ideología contradictoria del
proyecto colonial, que asocia progreso y civilización con dominación racial e
inferiorización de personas africanas esclavizadas y sus descendientes, ha marcado
de manera duradera las experiencias de las poblaciones negras en sociedades
nacionales que se querían y se pensaban desde las “exigencias civilizatorias” de la
blanquitud moderna: racional, ordenada, disciplinada y productiva (Echeverría,
2016). La integración de este discurso dominante por parte de las poblaciones
racializadas en el contexto colonial y postcolonial ha tenido distintas formas, de
la interiorización del prejuicio racial (Césaire, 1947; Fanon, 2009) a la inversión
del estigma con fines de empoderamiento social como en los Estados Unidos
o en América Latina (Audebert, 2011; Lara, 2011). La negritud de las colonias
francesas y el nacionalismo negro que se construyó a partir de la circulación de
ideas entre las Antillas anglófonas, Estados Unidos y Canadá, han participado en
la construcción de identidades negras posteriormente globalizadas.
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
La historia de las sociedades americanas a lo largo del siglo XX se caracterizó
por la actualización de un orden social racializado y la reproducción de lógicas de
exclusión y violencia. En el sur de los Estados Unidos, la legislación segregacionista
anterior a 1965 mantuvo a las personas negras alejadas de los recursos públicos,
los derechos civiles y el poder político. Los avances posteriores de los derechos
civiles no han cuestionado fundamentalmente la posición social problemática
de las personas negras en este país. En algunos países de América Latina, el
mito de un “paraíso racial” o la ideología de la “democracia racial” vinculados
a un mestizaje reivindicado incluso en las narrativas oficiales, se ha utilizado de
mecanismos sutiles de exclusión. En las sociedades de las Américas, la herencia
histórica de la jerarquización socio-racial se traduce aún hoy en la persistencia
de las desigualdades en el acceso a derechos humanos y civiles que afectan a las
personas negras de manera desproporcionada.
Al mismo tiempo, en la era de la globalización, la producción de identidades
negras a escala de las Américas no se basa únicamente en la articulación entre
colonialismo, imperialismo, esclavitud o racismo estructural (Butler, Domingues,
2020). Otras lógicas operan, como las del mercado que integran las producciones
culturales y artísticas locales en circuitos comerciales globalizados (Cunin, 2006),
la patrimonialización de los signos culturales afrodescendientes (Moomou,
2020) – políticas multiculturales a escala local, promoción de la diversidad
cultural, de la memoria de la esclavitud a escala global (Audebert et al., 2012).
Para comprender las lógicas subyacentes a estas circulaciones transnacionales,
hay que prestar atención a la historia de las migraciones y de las circulaciones
culturales entre los territorios del espacio atlántico, como lo hacen las reflexiones
de este dossier sobre las dinámicas caboverdianas hacia el Brasil (véase el texto
de Andréa Lobo y Claudio Furtado) y los efectos de la revolución haitiana en la
construcción transnacional del jazz entre Haití y Nueva Orleans (véase el texto
de Benjamin Barson).
Unidad y diversidad del mundo diaspórico negro de las Américas
El primer denominador común de los territorios negros en las Américas
reside en la pluralidad de los orígenes geográficos, religiosos y lingüísticos de sus
poblaciones, en el transcurso de tres o más siglos del proceso histórico fundacional
de la trata transatlántica. Desde el punto de vista de los orígenes, los traslados
de la trata solían proceder de regiones tan diversas como la cuenca del Congo y
Angola (casi la mitad de los flujos de esclavizados), las civilizaciones ibo y yoruba
situadas en el actual Nigeria (30% de los flujos), el país akan (particularmente
el mundo ashanti situado en el actual Ghana), la Senegambia (el actual Senegal
y la actual Gambia) y muchas otras fuentes geográficas del Golfo de Guinea.
La dispersión geográfica se lee también en la diversidad de los destinos en las
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Américas. La mayoría de los flujos de la trata transatlántica se dirigieron al Caribe
y el Brasil, donde el sistema económico de plantación estaba mejor establecido.
Además, en el marco de una geopolítica de dominación basada en un
sistema colonial tanto interno como externo (Quijano, 2000), estas poblaciones
han experimentado una historia de relaciones sociales marcadas por formas
extremas de dominación socioeconómica y jurídica (esclavitud) y un proceso de
alienación social y cultural a largo plazo (Césaire, 1947; Fanon, 2009; Glissant,
1981). Otro denominador común del mundo afrodescendiente en el hemisferio
americano reside en el surgimiento o la transformación de prácticas culturales
parcialmente heredadas de la tierra ancestral africana (música, religión, lenguas)
y la construcción de vínculos simbólicos e incluso concretos con África en
respuesta a una condición social subalterna (por ejemplo, el movimiento de la
negritud y el panafricanismo).
Un enfoque en términos de áreas geográficas dentro del continente muestra
que el peso demográfico y sociohistórico de las personas negras en el Caribe
insular lo distingue del resto de las Américas. Además, la historia de la resistencia
a la esclavitud singulariza a Haití y las sociedades cimarronas de las Américas
(Bushinenge en Guayanas, Quilombos en Brasil, Palenques en Colombia) de
las otras sociedades en las que el universo de la plantación esclavista se había
impuesto como sistema social total.
La diversidad de las experiencias sociales de las poblaciones negras también
tiene que ver con la pluralidad de los contextos sociopolíticos y con su disposición
a institucionalizar la diferencia cultural (Agudelo, 2011; Audebert, 2011). Así es
como el reconocimiento político de la categoría “negro” o “afrodescendiente” ha
podido permitir la aparición de ciertas formas de discriminación positiva (políticas
de cuotas raciales en Estados Unidos y Brasil), la posibilidad de representación
política (Estados Unidos en 1965) o el reconocimiento de derechos territoriales
(Brasil en los años ochenta, Colombia en los años noventa).
Así, las poblaciones migrantes del África o del Caribe que transitan o se
instalan actualmente en México, los países de Centro y Sudamérica llegan a
contextos sociohistóricos donde las lecturas racializadas de hombres y mujeres
negras responden a mecanismos que se inscriben en el tiempo largo y que
impregnan en profundidad las instituciones, las percepciones colectivas, las
prácticas y los discursos sociales. Para llevar a cabo su proyecto migratorio, las
personas migrantes deben aprender las lógicas de funcionamiento, los valores
y códigos de conducta locales. También contribuyen a transformarlos por los
desafíos que su presencia plantea a los barrios, vecindades y sociedades de
llegada y tránsito.
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
La noción de movilidad y su aplicación en las dinámicas migratorias
La movilidad remite a los desplazamientos de individuos, grupos o elementos
culturales en el espacio social (Weiszflog, 2009). Como se puede observar, la
movilidad no puede ser pensada solo como dispositivo de desplazamiento de un
lugar a otro, ella expresa las jerarquías sociales, constituyendo un campo cultural,
un modo de estar y posicionarse en y con el mundo social.
El historiador Daniel Roche observa al menos tres características en la
movilidad: sus modalidades y sus objetivos; sus contextos y sus actores; su
historia y su geografía social. Según él,
La movilidad, en sus diversas formas, remite a tres principales tensiones en el
comportamiento de los seres humanos. En primer lugar, aquella que opone el espacio
estrecho y el tiempo medido en términos de la vida común, de la casa, de la villa,
de los horizontes conocidos de la vastedad del universo. El desplazamiento moviliza
numerosos objetos, una gran variedad de medios y funciones. En segundo lugar, la
que dirige una formación y que impone la necesidad de partir, la coacción de los
movimientos para un devenir personal o para la supervivencia del grupo. [...] Esa
modificación gana toda su fuerza, si se inscribe la movilidad como desplazamiento, no
solo en el espacio, sino también en el tiempo y en la jerarquía social. En tercer lugar, la
influencia de la coyuntura. Es estructural debido a las múltiples crisis que pueden influir
en las razones de una salida a corto plazo. (Roche, 2003, p. 12)
En otra escala de análisis, Thierry Ramadier (2009, p. 138) afirma que la
movilidad es una “cuestión de posicionamiento, al mismo tiempo social, geográfica
y cognitiva [...]”. Está subyacente que en la movilidad hay un hecho social, o sea,
un proceso que se inscribe en un contexto histórico y espacial. En este sentido,
¿cuál es el estatus social de la movilidad en el universo contemporáneo? La
movilidad tiene un valor cardinal en el mundo actual. Pasamos de un arquetipo
migratorio con énfasis en la dinámica emigración y/o inmigración al paradigma
de la movilidad en plural.
En Anthropologie du Mouvement, Alain Tarrius realizó un análisis en el que
propone una ruptura epistemológica en el abordaje de los estudios migratorios,
mostrando las nuevas formas migratorias, instaurando lo que él llama territorios
circulatorios. Según el autor, “una antropología de la movilidad, del movimiento,
se propone analizar la continua socialización de los espacios, interfaces de las
morfologías urbanas y sociales” (Tarrius, 1989, p. 13).
El concepto de movilidad está enmarcado en un nuevo paradigma
(Sheller, Urry, 2006) que modifica las formas anteriores de conceptualizar las
migraciones y las circulaciones de cuerpos, capital, objetos, signos, informaciones
e inmaterialidades. El enfoque ya no recae en las personas que salen de un
lugar de origen para llegar a un lugar de destino, sino en los modos de vivir en
movimiento (Ingold, 2011).
En algunos contextos nacionales y supranacionales, la movilidad se percibe
como una forma de vida y una forma de ser en el mundo. Los espacios vividos,
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recorridos, habitados son marcados por el movimiento, por el conjunto de
bienes, ideas, valores, lenguas, costumbres, competencias y artefactos que son
movilizados para moverse.
Por lo tanto, decir que la movilidad es constitutiva de la vida social de
algunas personas y grupos sociales no significa afirmar que todas las personas
tienen la movilidad como horizontes de vida o están en movilidad. Hay quienes
no pueden o no están en movilidad por diversos factores, enfermedades, la falta
de recursos (económicos, familiares, físicos, psicológicos, etc.), no pertenecen a
las redes sociales de movilidades. La movilidad de algunas personas permite la
inmovilidad de otras y viceversa. Así como no se puede pensar en las personas
que viajan sin pensar en las que se quedan, tampoco se puede pensar en la
movilidad sin la inmovilidad. Esta cuestión sociológica había sido planteada por
Georg Simmel (1908) en relación a las personas migrantes. Él discutía los efectos
sociales de las migraciones en las relaciones entre grupos móviles y grupos fijos.
Como lo explica Florence Boyer,
La movilidad y la inmovilidad pueden ser consideradas como dos lados de la misma
moneda, depende del posicionamiento del individuo en el espacio y el tiempo. Un
individuo está calificado de móvil en comparación con otros que están calificados
de inmóviles y viceversa. Sin embargo, esta situación de inmovilidad rara vez se
cuestiona como tal, a diferencia de la movilidad, así como las relaciones entre estas
dos situaciones. Otra paradoja es que la movilidad se observa, mientras que los grupos,
los individuos están en situación de inmovilidad o de instalación. (Boyer, 2013, p. 53)
Así, hay una relación intrínseca e indisociable entre movilidad e inmovilidad,
una no existe sin la otra y ellas se interrelacionan. De este modo, es importante
problematizar cualquier intento de reducir la movilidad a una escala espacial
(interna o internacional) y temporal, que considere como “inmóviles” a todas
aquellas personas que no migran (Lessault, 2013).
Las configuraciones de las movilidades negras recientes en las
Américas
En estas dos últimas décadas, ha habido una explosión de movilidades
negras en las Américas, modulando y cambiando significativamente los paisajes
a escala continental, regional y local. Como ya hemos mostrado, las circulaciones
de personas negras en diferentes partes del continente no son nuevas, la historia
de las Américas se funde con la de las diásporas negras, y viceversa.
Actualmente, testimoniamos cinco características, entre otras, de esas
negritudes en movimiento que constituyen los espacios circulatorios de las
diásporas negras contemporáneas en las Américas: a) De manera simultánea
las personas negras movilizan diversas redes de apoyo y de solidaridad para
desplazarse individual y colectivamente desde el continente africano, la región
del Caribe y América del Sur a nivel multiescalar, caracterizando la noción de
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
“multipolaridad de la migración”, tal como ha sido formulada por Emmanuel Ma
Mung (1992); b) Estos movimientos de las negritudes establecen la interpolaridad
entre varios países del Sur Global a escala regional, transcontinental y
transatlántica, rompiendo radicalmente con las lógicas esencialistas y
reduccionistas de las nociones de push y pull, y de las lógicas unilaterales del
Sur-Norte; c) Esas movilidades negras se configuran y se diseñan a partir de las
tecnologías de información y de comunicación, de los canales de YouTube, de las
redes sociales (Facebook, Whatsapp, Tik-Tok) y de las plataformas digitales que
forman parte del modo de constituir los nuevos espacios y sujetos diaspóricos;
d) Estas negritudes en movimiento se constituyen a través de la autonomía y del
protagonismo migrante, por lo tanto no deben ser entendidas en los mismos
términos de las migraciones forzadas del pasado esclavista, ellas complexifican
las relaciones porosas entre migraciones voluntarias e involuntarias, y entre las
experiencias y abordajes de miserabilidades y de agenciamientos; e) Itinerarios y
circuitos son cada vez más complejos y mundializados y, a partir de ellos surgen
nuevas rutas imprevisibles e inéditas como es el caso de Brasil, Argentina, Chile
y la selva del Darién en el universo de las movilidades negras.
De esta forma, los desplazamientos de las personas negras desde los países
sudamericanos, pasando por Centroamérica hacia México para alcanzar el Norte,
desafían las políticas migratorias de los países de la región. Subrayan la necesidad
de articular las políticas migratorias locales, nacionales, regionales y globales.
Al mismo tiempo, las prácticas migratorias contemporáneas transformaron a
Argentina, Brasil y Chile, especialmente a México, en espacios centrales de la
geografía regional y global migratoria. Países de salida, de llegada, de tránsito,
de residencia y de retorno, alimentando el sistema migratorio a nivel regional,
continental y global (Joseph, 2023a).
El capital cultural, social y económico movilizado por estas personas negras
a través de las redes de solidaridades de sus espacios de vida se vuelven cruciales
para sus desplazamientos, constituyendo un saber circular y un saber-mover de lo
que llamamos las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes.
En ese sentido, la movilidad geográfica también se torna fundamental para la
movilidad social en el sistema migratorio de las Américas.
Si otrora, las movilidades caribeñas y africanas se articulaban directamente
con el Norte Global, en la segunda década del siglo XXI, especialmente a partir
de 2015 los países sudamericanos, de Centroamérica y México, se transformaron
en espacios supranacionales de interconexión de las movilidades caribeñas y
africanas con el Norte. Países como Chile y Brasil, además de México, forman
parte de la geografía de las diásporas negras contemporáneas, sus gobiernos
intervienen cada vez más de forma decisiva en la gobernanza internacional de
las fronteras, junto a una miríada de nuevas redes y nuevos agentes y agencias
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migratorias internacionales con sede en esos países, como OIM, OIT, ACNUR, y
así sucesivamente (Joseph, 2023a).
Esas negritudes en movimiento, a través de sus trayectorias corporales y de
las asociaciones migrantes, politizan y resignifican las historias de las comunidades
negras diaspóricas e intervienen en las formas culturales negras en las Américas a
través de las circulaciones artísticas, religiosas y musicales. A través de asociaciones
e instituciones gubernamentales y no gubernamentales, estas personas negras
experimentan la ciudadanía cotidiana, ejerciendo el derecho a expresar las
diversas manifestaciones culturales y religiosas procedentes de su lugar de origen
y de tránsito, facilitados por las nuevas tecnologías de la comunicación.
En ese sentido, las dinámicas asociativas y las redes de comunicación de
las personas migrantes negras se constituyen como espacios estratégicos para la
producción de subjetividad y de agenciamientos, caracterizando la “interpenetración
entre sujeción y subjetivación” en los términos de Sandro Mezzadra (2015). La
proliferación de asociaciones haitianas, senegalesas, congoleñas, especialmente
en Brasil, Argentina y Chile, pero también en países centroamericanos y
norteamericanos, se basa en la lógica de garantizar protección y promover los
derechos de esas personas migrantes. La vida asociativa migrante tiene un papel
fundamental para su propio reconocimiento social y, a veces, político.
La visibilidad de esas corporeidades negras, principalmente en los países
en los cuales hubo un fuerte proceso de emblanquecimiento, como en Brasil,
Chile y Argentina, entre otros, permite re-actualizar los debates académicos y
públicos sobre racialización, racismo y desigualdades raciales y traen a la luz las
prácticas subjetivas de negociación y contestación de específicas relaciones de
poder y movilidad.
Las experiencias diaspóricas negras contemporáneas permiten reflexionar
sobre la construcción de nuevos significados sobre la evolución de las funciones
migratorias de los territorios nacionales en el espacio de la movilidad transnacional,
las evoluciones espaciales actuales del espacio migratorio diaspórico negro, las
articulaciones y los cambios entre las funciones de origen, de tránsito, de acogida,
la relación entre racialización y la dinámica de exclusión social, el cambio de
percepción de la racialización para las personas migrantes africanas y caribeñas
en las Américas, contribuyendo a una crítica renovada sobre la experiencia de
ciudadanía de las personas migrantes negras en las Américas y las dificultades de
acceso al estatuto legal.
La contribución del dossier al campo de estudios sobre las
movilidades y diásporas negras
Inicialmente, este dossier fue convocado para dar lugar a miradas particulares
que se relacionan y afectan principal o especialmente, a personas migrantes negras
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
en movimiento o instaladas en barrios y ciudades latinoamericanas y caribeñas.
Buscamos con lo anterior nuevos abordajes tanto teóricos como metodológicos
sobre problemas migratorios y diaspóricos de poblaciones afrodescendientes.
Este dossier está, por lo tanto, en diálogo directo con otros dos dossieres de
REMHU, plasmados en los números 56 “Migrantes africanos en América Latina:
(in)movilidades y haciendo-lugar” (2019) y 62 “Perspectivas diaspóricas” (2021).
En especial, nos interesa reavivar el debate sobre el Atlántico negro como
espacio de movilidades, mediador y puente de diásporas que se extienden
desde el pasado colonial y se actualizan, complejizándose los perfiles y motivos
de las migraciones contemporáneas. En especial, las del siglo XXI, marcadas
por tránsitos prolongados y extendidos y por procesos de racialización en las
sociedades de asentamiento y paso. En ese dossier, los diez textos abarcan las
movilidades y diásporas caribeñas, de afro-Colombia y de diversas regiones
del África subsahariana. Tal y como se esperaba, las trayectorias personales y
profesionales de los organizadores de este dossier hizo que la convocatoria
fuera respondida por varios autores/as centrada en las movilidades y la diáspora
haitiana, especialmente en Brasil.
Más allá del énfasis sugerido por nosotros en los procesos de violencia
estatal/gubernamental asociados al control migratorio y securitización fronteriza,
y los de violencia social desatados por el marcador racial, varios de los textos
indagan más bien sobre la identidad diaspórica (africana y negra) reconocida en
los contextos de instalación, que también son contextos de lucha y afirmación
racial. En ellos, sobresalen experiencias y trayectorias que son insumos para
descolonizar nuestras miradas al registrar otros devenires migratorios que no
pasan exclusivamente por violencias, vulnerabilidades y precariedades. En esos
textos, sobresale la creatividad y la producción artísticas, la calificación y el éxito
profesional y las redes familiares dispersas en varias ciudades en todas las Américas
que son usadas como recurso individual o colectivo. Son textos que narran otras
migraciones negras. De esta manera, sin fomentarlo, logramos efectivamente un
registro más integral y pleno no solo de las negritudes en movimiento, sino de los
movimientos de las negritudes.
Líneas de fuerza temáticas del dossier
Nueve de los diez textos del dossier se enmarcan en migraciones y movilidades
Sur-Sur. Y lo hacen de manera más ampliada, más allá de las migraciones
intrarregionales sudamericanas y las de los corredores mesoamericanos que
conectan Centroamérica con México y Estados Unidos.
Moverse involuntaria o voluntariamente entre los Sures tiene desde luego
una relación directa y fundacional con la etapa colonial de la diáspora africana en
América Latina y el Caribe, vinculada con el secuestro, la trata y la esclavización
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de millones de personas de varias regiones, etnias, reinos e imperios de África.
Pero la historia de las movilidades en ese continente no empieza ahí. Como
nos revela Jonathan Echeverri Zuluaga en este dossier, la creación histórica del
Atlántico negro fue precedida por el movimiento de personas y mercancías
precoloniales entre el occidente africano y el Sahel.
Otra es la historia posterior al sistema esclavista en las Américas y la fundación
de las repúblicas modernas. Desde el Caribe, se dispersaron otras diásporas,
como la haitiana, jamaiquina y dominicana hacia los países del Norte global. En
esa última década, la atracción ejercida por la apertura fronteriza, humanitaria,
sumada a las posibilidades de inserción laboral y la existencia de puentes aéreos
hacia Brasil y Ecuador, hizo que miles de personas haitianas y de varios orígenes
africanos se establecieran, se instalaran o circularan por las fronteras y ciudades
latinoamericanas (véase en este dossier los textos de Fernandes, Lobo y Furtado,
Méndez-Fierros y Hlousek Astudillo, Martínez Sánchez y Lago).
En efecto, el despliegue de la diáspora haitiana en los países de Sudamérica
y en México resultó en la construcción de otras baz (espacios de instalación
y de sociabilidades), de otros polos por donde familias haitianas transitan o
se instalan en duraciones muy variadas. La inclusión de zonas metropolitanas
latinoamericanas en la nueva geografía de las diásporas negras (africanas y
caribeñas) movilizó el interés y reorientó la mirada de los y las autoras hacia
las instalaciones y asentamientos de migrantes negros en São Paulo, Fortaleza y
Curitiba en Brasil, en Santiago, Arica y Temuco en Chile, en Tapachula y Mexicali
en México. Todas son localidades recientemente enlazadas espacial, afectiva
y económicamente entre sí y con localidades de origen como Gonaives, Les
Cayes y Puerto Príncipe en Haití, Isla del Sal en Cabo Verde y Kinshasa en el
Congo democrático. Las relaciones entre migrantes y ciudad nos parece otra
línea temática presente en el dossier, en especial los problemas sociológicos,
antropológicos y espaciales en torno a la instalación del migrante negro y negra
en la ciudad latinoamericana. Dicha experiencia lanza luz sobre la relación entre
lo local y lo global.
Aparecen con fuerza en el dossier otras movilidades que atraviesan las
experiencias y trayectorias reconstruidas por los y las autoras de este dossier.
Para empezar, en los textos no transitan solo personas, sino ritmos musicales
traducidos como “vientos sónicos” por Benjamin Barson; así como el espacio de
las movilidades no solo es el espacio físico externo, sino el propio cuerpo, como
nos revela Isabel Araya. Esa dimensión corporal se relaciona con las nociones
de cuerpo-movimiento y cuerpo-frontera que conforman una dialéctica cuerpomovimiento-frontera (Joseph, 2023b). La movilidad atribuye vida al cuerpo, el
cuerpo se mueve en el espacio y en el tiempo, participa en las relaciones de poder
y en la acción política. Las fronteras simbólicas y geopolíticas deconstruyen los
cuerpos móviles en nombre de los supuestos intereses nacionales y de seguridad
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
que se esconden detrás de ideologías políticas segregacionistas y racistas. En este
sentido, los cuerpos-en-movimiento se transforman en territorios de vida (por
la movilidad) y de muerte (por las fronteras físicas y simbólicas). La corporeidad
negra también aparece como territorio simbólico y racializado, el cuerpo-negromigrante como territorio subyugado por el pasado esclavista y por la persistencia
de las desigualdades estructurales (Joseph, 2023b).
A nivel de procesos de diferenciación y racialización, los y las autoras
ratifican que las movilidades no son puro movimiento sin más, sino movimientos
in-corporados. En este sentido, las personas migrantes negras son leídas social
e institucionalmente desde imaginarios que convierten las diferencias en
desigualdades y jerarquías. Lo anterior se expresa, por ejemplo, en la forma
de ocupación del espacio urbano de manera improvisada (véase el texto de
Fernandes) o estigmatizada (véase el texto de Reyes), en la inserción laboral
en nichos de superexplotación (véase el texto de Méndez-Fierros y Hlousek
Astudillo) y en la relación con el Estado y el acceso a derechos (textos de Demétrio,
Baeninger y Domeniconi, de Martínez Sánchez y Lago). Esos textos dan parte de
las restricciones selectivas por nacionalidad (programas especiales para personas
haitianas) o por origen (la gobernanza de las migraciones “extracontinentales”)
que han impactado de manera particular los proyectos y planes de personas
migrantes negras.
Aportes a la reflexión y una agenda de investigación sobre las
movilidades y diásporas negras en las Américas
África no es una tabula rasa, su historia no empezó con la trata de personas
esclavizadas a las costas americanas y caribeñas. Esta clave interpretativa está
presente en los textos que ponen sobre la mesa la historia de más larga duración
de los pueblos en movilidad en el continente africano antes y después de la
experiencia colonial. En el mismo orden de ideas, un par de textos señala que la
historia de Haití y de la diáspora haitiana no empieza con el temblor de 2010.
La anulación de las experiencias de comunidades y grupos sociales sometidos
a procesos de dominación racial y brutalización, así como el borramiento de
sus cosmovisiones, epistemologías y prácticas, constituyen precisamente una
herramienta de la colonialidad contra la que invitamos a estar alertas.
En reacción a la convocatoria, los textos del dossier se apropian de la
diáspora (la diáspora africana o la diáspora negra), en por lo menos dos sentidos:
1) Como categoría de concientización de la negritud y de la condición histórica y
racial común entre hombres y mujeres negras; 2) Para estudiar la dispersión y la
reconfiguración espacial, en especial la proliferación de los polos de la diáspora
haitiana en ciudades latinoamericanas y los vaivenes de comerciantes entre Cabo
Verde y Brasil (véase el texto de Lobo y Furtado). Lo anterior constituye un indicio
sólido de que diáspora es una categoría polisémica y ambigua en su capacidad
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explicativa, así como en su alcance disciplinario. Consideramos necesario tenerlo
en cuenta al pensar preguntas o diseños de investigación.
Como constructo histórico, las diásporas se extienden en el tiempo,
eventualmente a través de los siglos, se adaptan a determinados acontecimientos
epocales, a las ideologías e instituciones del contexto en el que se desarrollan.
Las diásporas negras son efectivamente modernas, pero son de todas formas
anteriores a la “era de las migraciones” (Castles, Miller, 2004). Por esto,
consideramos relevante buscar indagar sobre las formas cómo la diáspora negra,
como comunidad transnacional, se ha reconfigurado ante la intensificación de
los volúmenes y la diversificación de los perfiles de las migraciones y movilidades
contemporáneas. La instalación y el paso de migrantes negros y negras en las
ciudades latinoamericanas promueve nuevos posicionamientos raciales sobre
la base de formaciones estatales y sociales previas, en las que las poblaciones
negras han ocupado la base de la jerarquía racial, como en Brasil. O sucede
también que el asentamiento de personas negras se articula con luchas locales
y nacionales por el reconocimiento de la afrodescendencia, como en el norte
de Chile (véase el texto de Araya). Es importante, por lo tanto, reconocer la
diversidad de la experiencia diaspórica negra reciente.
Desde nuestras trincheras individuales y colectivas, tenemos varios indicios
de que las rutas transoceánicas son producidas, negociadas, intercambiadas y
decididas a través de las redes sociodigitales (Whatsapp, Facebook, Instagram).
Hace falta examinar las maneras por las cuales las redes sociodigitales son
incorporadas a las redes previas de la diáspora. Hemos estado atentos al desarrollo
de la dispersión venezolana por varios países latinoamericanos y caribeños. La
dispersión espacial, que es una de las características comunes a las diásporas
(Butler, Domingues, 2020), se extendió rápidamente en menos de cinco años,
si tomamos 2015 como año de inicio de la “crisis humanitaria” en Venezuela
(Gandini, Lozano Ascencio, Prieto, 2019). Por otro lado, la dispersión espacial
de familias haitianas tomó varias décadas entre los países del Caribe, EEUU,
Canadá y Francia (Audebert, 2012). Recientemente, así como la venezolana,
la dispersión haitiana se aceleró en países de Latinoamérica a partir de 2010.
Cuáles son, entonces, ¿los elementos básicos para entender y dar a entender la
aceleración temporal de movilidades, migraciones y diásporas? ¿Cuál es el peso
explicativo del uso del smartphone y las redes sociodigitales?
Así como dar registro de la experiencia haitiana, venezolana o africana puede
llevar a hallazgos y resultados concretos o de incidencia pública, consideramos,
por otro lado, que la mirada a los grupos nacionales de forma gubernamental y
homogénea (“los haitianos”, “los venezolanos”, “los africanos”) puede llevar a
ofuscar los procesos sociales heterogéneos en los que están envueltos y que los
afectan especialmente, como las lecturas racializadas que pasan por la forma del
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
pelo, la casa y el barrio que habitan, la manera como crían sus hijos e hijas, y la
economía doméstica (véase los textos de Araya y Reyes).
En la relación entre migrantes y ciudades, y migrantes y fronteras, nos parece
importante reparar en la producción y proliferación de espacios de la organización
civil organizada y de agencias internacionales humanitarias, pero nos llama
especial atención la producción, adaptación o improvisación de espacios por
las propias personas migrantes. Se trata de enclaves negros o enclaves habitados
por negritudes. En nuestra experiencia de campo, esos espacios van y vienen, se
arman y desarman. En concreto, se trata de lugares para dormir, pasar el tiempo
o entretenerse (véase el texto de Fernandes) o pueden ser también lugares
donde se instalan mercados populares de comerciantes haitianos, como en las
calles de Tapachula y Tijuana, en México. Entonces, la instalación y ocupación
espacial de migrantes negros y negras llevan a pensar que las interacciones no se
resumen a exclusiones, sino que también pasan por acuerdos y consensos con
actores locales. Están pendientes, en este sentido, los estudios sobre las formas
de solidaridad y convivencialidad entre migrantes negros y poblaciones nativas.
Lógica de organización y textos del dossier
Agrupamos en primer lugar los textos de alcance histórico de larga duración.
En Tropes of social becoming along a history of circulation within West Africa
and from there to Latin America, Jonathan Echeverri Zuluaga recupera los tropos
(categorizaciones abstractas e culturalmente informadas) en la historia de las
movilidades del occidente africano. Se trata de un recorrido que se extiende
hacia atrás desde el siglo VIII a las etapas más recientes. La continuidad entre
unas movilidades y otras se asienta sobre devenires imaginables y alcanzables
que se proyectan desde las localidades de origen. A diferencia de épocas
pasadas y modernas, las personas migrantes africanas hoy están más dispuestas
a la incertidumbre y las adversidades interpuestas por los diversos actores que
participan en la industria migratoria.
En As pequenas ilhas e o país continental. Fluxos entre Cabo Verde e Brasil,
Andréa Lobo y Claudio Furtado dan cuenta de los procesos contemporáneos que
unen a los dos países, detonado por mujeres comerciantes caboverdianas que
frecuentan la calle 25 de Março en São Paulo y la ciudad de Fortaleza, la capital
del estado de Pernambuco, en búsqueda de piezas de ropa y accesorios que serán
revendidas en los mercados populares de las islas de Cabo Verde, además de la
acogida de estudiantes de Cabo Verde en universidades brasileñas. El texto es
generoso y didáctico en el examen histórico de los cambios de perfiles migratorios
que renuevan la diáspora desde Cabo Verde a través de movilidades circulares.
Abonamos a la crítica de la miserabilidad con la que son representados
migrantes negros y negras al dar paso a textos que indagan sobre lo bello, la
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resistencia creativa y la urdimbre de identidades diaspóricas. En El viento sónico
común: escuchando las relaciones comunitarias y los movimientos migratorios
de la Revolución Haitiana en el jazz de Haití y Nueva Orleans, Benjamin Barson
narra las experiencias de resistencia política a través de la música, la movilidad
y el intercambio de trabajadores agrícolas haitianos y también músicos de Haití,
Cuba y Estados Unidos alrededor del Caribe y el Golfo de México. El autor detecta
la influencia primigenia del cancionero popular sobre la Revolución Haitiana en
poblaciones negras de Nueva Orleans. Se trataba de canciones sobre los negros
“sin amo”. Luego, describe cómo el Vodou Jazz se plantó como contrahegemonía
a la ocupación estadounidense en Haití (1915-1934) al hacer eco de los abusos
contra campesinos cafetaleros. De esta manera, acabó influenciando el mismo jazz.
En Migración, género y danza. Trayectorias de mujeres afrodescendientes en
el norte de Chile, Isabel Araya nos saca del jazz y nos introduce en los carnavales.
Ella indaga sobre los itinerarios corporales de mujeres afrocolombianas
incorporadas a grupos de danza afrochilenos en un movimiento cultural en torno
al ritmo del Tumbe, en el norte de Chile. A través de mapas corporales, Isabel
analiza la tomada de conciencia cultural y racial, en específico el tránsito de
dos mujeres migrantes negras (Roxana y Katia) desde el cabello liso al rizado,
como una movilidad corporal que deriva en el reforzamiento de una identidad
diaspórica, la reflexividad identitaria, más capital social y cultural.
En Habitus e capitais migratórios de haitianos no Paraná. Trajetória
educacional e inserção profissional em contextos de mobilidades, Márcio
de Oliveira y Leonardo Cavalcanti sistematizan en términos sociológicos
las trayectorias de éxito profesional y de conclusión de ciclo universitario de
migrantes haitianos matriculados en el curso Português como Língua Estrangeira
(PLE) de la Universidade Federal do Paraná (UFPR), en Curitiba, Brasil. Los
autores identifican que los capitales previos y los adquiridos, sumados al “habitus
inmigrante” influyen en la organización del proyecto migratorio.
Los siguientes textos atienden a la convocatoria que hicimos para
entender los diferentes procesos de racialización que afectan especialmente
a poblaciones de migrantes negros y negras. En Geografías racializadas de la
migración afrocaribeña en la prensa digital chilena. De la caracterización urbana
a la amenaza barrial, 2016-2021, Vania Reyes Muñoz examina la estigmatización
por parte de varios medios de comunicación de Chile hacia los barrios en los
que se instalan migrantes afrocaribeños y afrolatinos (haitianos y venezolanos),
en la zona metropolitana de Santiago y en ciudades de la frontera norte chilena.
La lectura que se tiene sobre personas venezolanas y haitianas negras, así como
los discursos sobre ellas en la prensa varían. El sólido estudio de Vania llama
la atención a la narrativa que naturaliza la asociación entre vecinos migrantes
afrodescendientes, hacinamiento y deterioro de las viviendas.
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Diásporas negras: las negritudes en movimiento y los movimientos de las negritudes
En Representaciones sociales de racismo y exclusión social. Migraciones
haitianas contemporáneas en América Latina, Hugo Méndez-Fierros y Rodolfo
Hlousek Astudillo presentan un texto que transita por importantes nudos
espaciales de las movilidades haitianas en México y Chile, tales como Mexicali,
Tapachula y Temuco. A partir de los relatos de las propias personas migrantes, dos
dimensiones están en juego: la precarización laboral -con base en imaginarios
según los cuales “los haitianos hacen los trabajos más duros”- y las experiencias
de discriminación racial, como cuando familias haitianas sufren cobros más altos
para transportarse o incluso violencias directas contra sí mismas y ataques al
patrimonio construido durante la experiencia migratoria.
En Imigração haitiana no Brasil: questão humanitária e reunião familiar,
Natália Belmonte Demétrio, Rosana Baeninger y Jóice de Oliveira Santos
Domeniconi se enfocan en el nuevo momento de la migración haitiana en Brasil
a partir del análisis de la misión de los cascos azules brasileños durante más de
una década en Haití, conocida como MINUSTAH. Según las autoras, el giro
desde la apertura humanitaria a migrantes haitianos a partir de 2012, hacia las
restricciones más recientes (cuotas para visas, exigencia de documentos en el
origen), lleva a personas migrantes a explorar las posibilidades de reunificación
familiar, especialmente luego del temblor de 2021.
En Migraciones africanas en tránsito por Costa Rica: reflexiones sobre los
desafíos de la atención institucional, Verónica Martínez Sánchez y Mara Coelho de
Souza Lago se ocupan de la institucionalidad erigida en Costa Rica para atender
a migrantes africanos en tránsito en tiempos recientes. A pesar de la percepción
positiva del tránsito de personas africanas por Costa Rica (principalmente en
relación con el tránsito por las fronteras de Colombia, Panamá, Nicaragua o
México), las autoras indagan sobre el limbo institucional a que son sometidos.
Además, recuperan el imaginario nacional que se tienen sobre la presencia
negra como “intrusa” en Costa Rica, que luego es reavivada con el paso de
personas africanas. El texto de Verónica y Mara llama la atención a la función
homogeneizadora de las categorías gubernamentales cuando se refieren a la
“migración extracontinental” o a los “migrantes africanos”.
Por último, en Borders of Citizenship and the everyday life of African
migrants in the city of São Paulo, Southeast of Brazil, Caio Fernandes analiza la
experiencia de africanos en la ciudad de São Paulo en torno a la ciudadanía
vista como un constante proceso de fronterización. Su interlocutor es Mamadou,
gestor de un centro cultural que además de lugar de visitas, se ha convertido
en una infraestructura de movilidad de africanos en la ciudad. Es un muy buen
registro sobre la producción del espacio por parte de migrantes desde abajo. Él
sitúa su estudio en el espacio gris entre los valores ciudadanos universales que
se pregonan desde el oficialismo de un lado, y las desigualdades cotidianas de
migrantes africanos del otro.
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Sobre los autores
Cédric Audebert, Director de investigación del Centre National pour la Recherche Scientifique
(CNRS, France), Université des Antilles, Martinique. E-mail: cedric.audebert@cnrs.fr. Orcid:
https://orcid.org/0000-0002-2660-5468.
Handerson Joseph, Profesor del Departamento de Antropología e del Programa de Posgrado en
Antropología de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), Brasil. Co-coordinador
del Grupo de Trabajo CLACSO “Migraciones y Fronteras Sur-Sur”. E-mail: handersonj_82@yahoo.
es. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-8634-9435.
Bruno Miranda, Investigador y Profesor del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM). E-mail: brunofemiranda@sociales.unam.mx. Orcid:
https://orcid.org/0000-0003-2968-1295.
Editores do dossiê
Cédric Audebert, Handerson Joseph, Bruno Miranda (guest editors)
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