ARTÍCULO
ISSN 0327-5159 (impresa) / ISSN 1853-8126 (en línea)
Arqueología 24(3) Dossier septiembre-diciembre: 35-58 (2018)
Arte rupestre, tiempo y espacio en
La Damiana (Quebrada de Incahuasi,
Salta, Argentina)
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M. Eugenia De Feo*
Recibido:
25 julio de 2017
Aceptado:
10 de enero de 2018
Resumen
En este artículo se presentan los resultados del análisis espacial de las manifestaciones
rupestres de La Damiana (Quebrada de Incahuasi, Salta). El conjunto estudiado
abarca 163 bloques grabados que componen el Tramo 1. A partir de su análisis se
busca definir cambios y continuidades en los paisajes pastoriles desde el período
Formativo (700 a.C. – 1000 d.C.) al Tardío (1000 – 1430 d.C.). Interesa conocer de
qué manera las representaciones tardías se organizaron espacialmente y con respecto
a otras preexistentes y cómo los grabados más tempranos participaron en el marco de
las estrategias de configuración de los paisajes pastoriles posteriores. Se parte de un
enfoque metodológico apoyado por el empleo de herramientas SIG y que indaga acerca
de la estructura espacial del arte rupestre de cada periodo en una escala de bloque,
abordando aspectos distribucionales y visuales de cada subconjunto, y otra intrabloque,
que considera los soportes reutilizados, los motivos en estos plasmados y sus relaciones
espaciales. Se observa una recurrencia en los espacios ocupados y la forma en que han
sido intervenidos a partir del arte rupestre, aunque con una mayor intensidad durante
el Tardío. A la vez que surgen nuevos temas y formas de representación, se sugiere la
vigencia de otros preexistentes.
Palabras clave
Arte rupestre
Paisaje
Cronología
SIG
Rock art, time and space in La Damiana (Quebrada de Incahuasi,
Salta, Argentina)
Abstract
In this paper, we present the results of a spatial analysis of rock art from La Damiana
(Quebrada de Incahuasi, Salta). We studied 163 engraved blocks, part of the Section
1 of the site, in order to define changes and continuities in the pastoralist landscapes
from the Formative (700 B.C. – A.D. 1000) to the Late period (A.D. 1000 – 1430).
We were interested in defining how later representations were spatially organized in
relation to preexisting ones, and how the earlier engravings participated in the spatial
arrangements of later pastoralist landscapes. The methodological approach supported
* División Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata (UNLP) - CONICET.
Paseo del Bosque s/n (CP B1900FWA) La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: eugeniadefeo@yahoo.com.ar
Keywords
Rock art
Landscape
Chronology
GIS
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by the use of GIS tools, sought to define the rock art’s spatial structure during each
period and at different scales: a “block” scale that considered distributional and visual
aspects for each chronological subset, and an “intra-block” scale that focused on reused
surfaces, representations, and their spatial relationships. We observed a recurrence in
the occupation of spaces and in the form in which they had been modified through
rock art, with greater intensity during the Late period. Moreover, we suggest that at this
moment new themes and modes of representation arose, even while some preexisting
ones were still in use.
Introducción
La localidad arqueológica La Damiana (Quebrada de Incahuasi, occidente de la
provincia de Salta) se encuentra ubicada sobre la ladera noreste del Nevado de Acay,
en un amplio cono de deyección surcado por cursos de agua y caracterizado por la
presencia de varios humedales (Figura 1). Este sector es mencionado por primera vez
en la bibliografía arqueológica por Boman (1908), quien cita la presencia de bloques
de piedras grabadas con motivos abstractos. Años más tarde, Fadel (1977) señala
la existencia de grabados en el área, a la que denomina Campo de los petroglifos.
Raffino realiza excavaciones en el sitio Pie del Acay y, si bien no hace referencia al
arte rupestre, publica varios bloques grabados ubicados en las inmediaciones del sitio
Santa Rosa de Tastil en el Abra de Romero (Raffino, 1977), a unos 15 km al sur de La
Damiana, cuyo estudio es retomado años más tarde por Meninato (2008). En el año
2007 damos a conocer los resultados de las primeras prospecciones en la quebrada de
Incahuasi, publicación que es seguida de una serie de trabajos y presentaciones (De Feo,
2013, 2014a y b, 2015; De Feo y Ferrauiolo, 2007) donde caracterizamos los motivos y
temáticas del arte rupestre local, su emplazamiento en el terreno y posible cronología
—basada en criterios estilísticos y en la pátina observada—, a la vez que ofrecemos
interpretaciones sobre su funcionalidad, que vinculamos principalmente al pastoreo
de camélidos. En esta oportunidad se indaga acerca de la estructura espacial del arte
rupestre local, en momentos formativos hasta el período Tardío, como una forma
de aproximarnos al estudio de los paisajes pastoriles en el contexto de los procesos
de cambios sociopolíticos ocurridos a partir del 1000 de la era cristiana en la región.
Los bloques con arte rupestre de La Damiana, que en la actualidad ascienden a un
total relevado de 672, se disponen en forma paralela a cursos de agua, tanto actuales
como paleocauces, demarcando vegas o, en ocasiones, próximos a espacios de vivienda
o productivos.
También se localizan diversas estructuras que incluyen recintos de vivienda, sectores
productivos agrícolas, corrales, senderos, alineamientos de piedra, estructuras
monticulares de tierra, apachetas y las llamadas “trampas de zorro”. La evidencia señala
una extensa profundidad temporal para la ocupación del área, la cual se remonta al
Período Formativo (700 a.C. – 1000 d.C.) según se ha documentado a la fecha. Así lo
indica la presencia de estilos alfareros Vaquerías y San Francisco, tanto en superficie
como en excavación, en los sitios Pedro Cruz y Muro Ancho, donde se registran
algunas estructuras circulares aisladas (De Feo, 2017), como también los motivos
y temáticas plasmadas en el arte rupestre sobre los que volveremos más adelante.
Como ya hemos mencionado, la ocupación del área durante el período Tardío fue
informada anteriormente por Raffino (1972), a raíz de sus excavaciones en Pie del
Acay. Este asentamiento, al que define como un sitio de producción agrícola tardío, está
conformado por cuadros de cultivo de forma rectangular, acequias y escasos recintos
de vivienda. Prospecciones realizadas en el área recientemente nos han permitido
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Figura 1. Área de estudio con ubicación del conjunto total de bloques grabados documentados en La Damiana. En color se indican los que
integran el Tramo 1 y su cronología. Sitios asociados que se mencionan en el texto: 1) Cahez; 2) Muro Ancho; 3) Pedro Cruz; 4) Corral del Acay;
5) Pie del Acay; 6) Molino Viejo.
localizar otros sectores con estructuras (Molino Viejo, Cahez, Corral del Acay, entre
otros), también compuestos por grandes recintos cuadrangulares, posiblemente
cuadros de cultivo o canchones, o por agrupamientos de varios recintos de menores
dimensiones, que pensamos pueden ser espacios de residencia por su similitud con
otros sitios conocidos (Raffino, 1972), ambos con cerámica en superficie asignable a
estilos propios de momentos tardíos (De Feo, 2017). Se observa asimismo un mayor
número de estructuras arquitectónicas con estas características de construcción, en
comparación con las evidencias de asentamiento y uso del espacio más tempranas,
aspecto que daría cuenta de una intensificación en la ocupación efectiva del área. En
la actualidad, si bien la agricultura ha sido prácticamente abandonada o se limita a
reducidos huertos familiares a causa de la escasez de agua para el riego, la ocupación
humana continúa vinculada al pastoreo del ganado caprino y ovino. Las manifestaciones
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de arte rupestre más modernas surgen en el contexto de esta última actividad y otra
parte importante está relacionada con los ascensos de montañistas al Nevado de Acay.
Partiendo de la idea de que el arte rupestre actúa como un dispositivo material que
crea, organiza y semantiza el paisaje, a la vez que produce estrategias de movimiento
en el espacio (Troncoso, 2007), hemos propuesto que los conjuntos de La Damiana
han tenido un rol en la demarcación de territorios y rutas en el marco de circuitos de
movilidad y aprovechamiento de recursos vinculados al manejo de camélidos durante
momentos prehispánicos (De Feo, 2015; De Feo y Ferrauiolo, 2007). Esta interpretación
se desprende de las características ecológicas donde se ubica este arte rupestre, esto es,
sectores con alta concentración de recursos forrajeros y además transicionales, en tanto
conectan ecosistemas contrastantes mediante pasos naturales, así como la disposición
de los bloques delineando senderos. Esto también puede sostenerse considerando los
motivos y las temáticas como por ejemplo la alta representación de figuras de camélidos
con cánones que indican —aunque no siempre— animales domésticos, alineaciones
de camélidos, camélidos circunscriptos por líneas a modo de corrales o senderos y
camélidos vinculados a figuras humanas o mascariformes yuxtapuestos. También están
presentes, aunque en menor proporción, motivos asociados al caravaneo de camélidos
en el área Centro Sur Andina, por lo que no podemos descartar su participación en esta
actividad. Entre ellos se registran personajes guía (antropomorfos con bastones o brazos
alzados), camélidos unidos por sogas, camélidos con tarabitas, círculos concéntricos
con o sin apéndices, espirales y círculos con punto interior (Aschero, 2000; Martel,
2011; Núñez, 1985).
Entonces, consideramos al arte rupestre como un elemento clave en la reproducción
de las comunidades prehispánicas locales y la significación de lugares, en especial
—aunque no de forma excluyente—, de aquellos paisajes vinculados al ámbito
productivo pastoril. Asimismo, este arte grabado en la piedra es caracterizable como
un elemento perdurable (Armstrong, 2012) y visible en el paisaje (monumental en
el sentido de Criado, 1993, p. 47) que, como ya hemos mencionado para este caso,
evidencia una extensa secuencia de ocupación del área. Debido a esta condición, los
grabados también estuvieron presentes y fueron consumidos por poblaciones que
habitaron o hicieron uso de ese espacio con posterioridad a quienes los crearon. Sin
embargo, desconocemos de qué manera estas manifestaciones preexistentes fueron
incorporadas en nuevas o sucesivas estrategias de configuración del paisaje. Diversos
estudios han abordado este tema desde un enfoque orientado a definir el rol del
arte rupestre en la memoria colectiva de las sociedades prehispánicas (Armstrong,
2012; Martel, Rodríguez Curletto y Del Bel, 2012), así como en procesos de cambio
socioeconómicos y simbólicos (Martel, 2009; Martel y Aschero, 2007). Sabemos
que en la Quebrada del Toro, de la cual es afluente Incahuasi, el período Tardío se
caracterizó por cambios sociopolíticos que dieron lugar al surgimiento de importantes
centros poblacionales y administrativos, como es el caso de Santa Rosa de Tastil, y
la presencia de sitios con variadas modalidades de asentamiento (Soria, 2007). Esto
estuvo acompañado por una intensificación de la explotación agrícola, documentada
por la presencia de sitios especializados en esta actividad (Cigliano y Raffino, 1973;
Raffino, 1972). Asimismo, se cuenta con evidencia, de que el pastoreo de camélidos tuvo
una importante incidencia en la economía de estas poblaciones, hecho que también
se ha constatado en comunidades formativas (De Feo, 2015; Raffino, 1977). Así lo
testimonia el arte rupestre registrado en la zona (De Feo y Ferrauiolo, 2007; Meninato,
2008; Raffino, 1967) y los restos de arqueofauna recuperados en áreas de residencia y
basurales (Raffino, Tonni y Cione, 1977). Partiendo de esta información, nos interesa
establecer cambios y continuidades en los paisajes vinculados al pastoralismo, como
vía para aproximarnos a las prácticas y las relaciones sociales en las cuales surgieron
tales configuraciones espaciales (Gregory, 1978), entendiendo además, que este arte
rupestre está relacionado con determinados conceptos y estrategias que son propias
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de cada sistema de saber-poder (Troncoso, 2005). A fin de comprender estos procesos
desde una perspectiva temporal amplia, en un recorte que comprenderá el Período
Formativo y Tardío, el objetivo de este trabajo será conocer la estructura espacial del
arte rupestre en diferentes momentos de la ocupación del área y evaluar, además, si las
manifestaciones más tempranas fueron excluidas o incluidas en los paisajes tardíos. De
constatarse esto último, nos interesa conocer de qué manera las manifestaciones previas
participaron en estas nuevas configuraciones. Establecer esto nos permitirá acercarnos
no sólo a la manera en que las poblaciones que vivieron en el área se relacionaron con
el pasado sino también delinear persistencias y cambios en los contextos pastoriles a
lo largo del tiempo.
Materiales y métodos
Basándonos en la disposición lineal y en la distribución con continuidad en el espacio
de los bloques grabados, hemos segmentado el conjunto en diferentes tramos para su
relevamiento y estudio. El Tramo 1 es el más estudiado a la fecha y sobre el mismo se
concentrarán los análisis que aquí presentamos (Figura 1). Este tramo está conformado
por un total de 252 bloques con grabados, dispuestos de forma paralela a un curso de
agua permanente denominado localmente “el chico”, que desciende del Nevado de Acay
bordeando la ladera del cerro. La gran mayoría de bloques se ubica sobre la margen
izquierda del cauce y sólo algunos pocos lo hacen sobre la derecha, en el área baja del
abanico aluvial o en zonas muy escarpadas pendiente arriba. Se presentan emplazados
en el perfil de la barranca o por encima de esta, a una distancia media de 35 m, nunca
superando los 135 m al cauce de agua.
Los soportes utilizados son basaltos y esquistos dispersos naturalmente en el área, que
han sido grabados mediante la técnica de picado continuo o discontinuo en figuras de
cuerpo lleno o de surco picado continuo y, en menor medida, el raspado o el grafiti
en los más modernos.
La cronología del arte rupestre se estableció de forma relativa basada en un criterio
estilístico, aunque la técnica utilizada, la presencia de superposiciones y la pátina
observada fueron variables también consideradas. Se tomaron de referencia motivos
diagnósticos de la cronología establecida en secuencias propuestas para otras regiones del
Noroeste Argentino (NOA) (Aschero, 2000; Aschero y Korstanje, 1996; Aschero, Podestá
y García, 1991; Fernández, 1988-1989; Fernández Distel, 1998; Lanza, 1996; Martel, 2011;
Meninato, 2008; Muscio, 2006; Olivera y Podestá, 1993; Podestá, 1986-1987), así como
también representaciones realizadas en otros soportes (alfarería, textiles, entre otros).
Las representaciones figurativas son más abundantes que las abstractas, predominando
los camélidos en el conjunto general. En la Tabla 1 se mencionan los motivos
identificados en el Tramo 1, así como su posible asignación cronológica.
Los estudios realizados previamente se enfocaron en aspectos cronológicos y formales de
los motivos y de las temáticas plasmadas, así como en las condiciones de emplazamiento
a una escala de sitio (De Feo, 2015; De Feo y Ferrauiolo, 2007). El enfoque metodológico
que se presenta se centrará en el análisis de los diferentes bloques, de su estructuración
y relaciones espaciales. Con esto se busca caracterizar cuál fue la intensidad del arte
rupestre en el área en cada momento, conocer su distribución en el paisaje y establecer
relaciones espaciales y visuales entre bloques y motivos con igual o distinta cronología.
Todo lo anterior implicó un trabajo intensivo de relevamiento en el campo, donde
se georreferenció con GPS (geoposicionador satelital) cada bloque localizado y se
relevaron los atributos estilísticos y tecnológicos del arte rupestre, además de variables
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Motivos y cronología
Tipos
Formativo
Tardío
Figuras
humanas
Figura humana de contorno geométrico elongado,
puede presentar extremidades inferiores
semiflexionadas
Figura humana esquemática de tipo lineal, semiperfil
Figura humana de frente, de tratamiento lineal, con
detalles del rostro, tocado y orejeras, con círculos
concéntricos en brazos
Figura humana de frente o semiperfil, con contornos
redondeados, cabeza subtriangular
Figura humana zoomorfizada
Pisadas antropomorfas
Mascariforme
Figura humana de semiperfil, con túnicas
subtriangulares “uncu”, con o sin tocados, pueden o no
portar objetos
Figura humana de contorno rectangular delineado,
de frente, con extremidades inferiores rectas, pueden
portar objetos, detalles del rostro y/o tocados
Figura humana de cuerpo lleno, de frente, de contornos
más o menos redondeados, con o sin tocado, con
indicación de movimiento
Figura humana de cuerpo lleno, de frente o semiperfil,
de contornos más o menos redondeados, con tocado,
portando objetos
Escutiforme
Figura humana zoomorfizada
Torso con brazos alzados
Mascariforme
Simios
Figura de perfil, de tratamiento lineal, con cola
enroscada, puede presentar objetos en sus manos
Camélidos
Camélido de perfil o semiperfil, de contornos curvos,
con tratamiento plano, cuerpo más o menos largo, 2 o 4
patas y 2 orejas
Camélido de semiperfil, estilizado, de patas largas
delgadas y aguzadas, con orejas y cola
Camélido bicéfalo
Camélido felinizado
Camélido de tratamiento líneal, de cuerpo ovoide con
dos extremidades
Camélido esquemático, de cuerpo lineal, de perfil
estricto
Camélido de patrón geométrico o rectilíneo de
tratamiento plano, de perfil estricto. Con orejas hacia
adelante o rectas, con cola hacia adelante o hacia atrás.
Puede tener insinuado autopodio. Con o sin lazos.
Camélidos con pechera y/o enflorados
Aves
Suri de perfil, de tratamiento plano, estilizado de
contornos redondeados, generalmente con dos
extremidades
Suri de tratamiento lineal, de cuerpo oval con dos
extremidades
Ave acuática de patas cortas y pico exagerado
Tridígito
Suri de perfil o frente, de tratamiento plano, con una
extremidad con tridígito, representado en movimiento
con alas desplegadas
Suri de perfil, de tratamiento plano, con una extremidad
con tridígito representado estático
Tridígito
Felinos
Felino en vista lateral con garras frontales, de
tratamiento lineal, con fauces y manchas
Garra felina
Felino de tratamiento plano, de contornos más o
menos redondeados, de perfil, con extremidades
proporcionadas, rabo exagerado y enroscado
Ofidios
Ofidio de cuerpo lineal simple, con 1 o 2 cabezas
Ofidio con atributos felínicos
Ofidio lineal de cuerpo lleno, con motivos internos, 1 o
2 cabezas
Ofidio de cuerpos formados por rombos o triángulos
Biomorfos
Posible saurio
Posible cánido
Puntos aislado o agrupados
Trazo corto “muesca”
Línea sinuosa abierta o cerrada
Círculo, círculo radiado, círculo concéntrico con radios
interiores “rueda”, círculo unido por líneas
Espiral
Puntos aislados o agrupados
Línea recta aislada
Línea sinuosa abiertas o cerrada
Cruz de contorno curvilíneo
Trazo corto “muesca”
Círculo, círculo radiado, círculo con trazos exteriores
Espiral
Línea y figura escalonada
Triángulos unidos
Cuadro, cuadros concéntricos,
cuadros cuatripartitos, cuadros abiertos
Greca
Labertintiforme
Abstractos
Tabla 1. Motivos registrados en el Tramo 1 de La Damiana y cronología.
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Cronología
N bloque
Formativo
46
Formativo - indet.
1
Formativo - Tardío
37
Tardío
74
Tardío - indet.
5
Modernos
3
Indeterminada
78
Total
244
Tabla 2. Bloques in situ del Tramo 1 de La Damiana y
su asignación cronológica.
como la ubicación, orientación de las caras grabadas, aspectos y relaciones visuales y
espaciales. Esto fue seguido de un trabajo en gabinete que se apoyó metodológicamente
en el empleo de Sistemas de Información Geográfica (SIG). En esta plataforma la
información fue organizada en mapas de distribución asociados a bases de datos, donde
se consignaron las variables consideradas en los diversos análisis: número de bloque,
número y tipo de motivos, técnica de ejecución, estado de conservación, número de
caras grabadas y orientación y dirección de las mismas, posición en unidades del paisaje,
cronología, reutilización de soportes, tamaño del bloque, distancias y aspectos visuales.
Del total de bloques que componen el Tramo 1, unos 244 no presentaron indicios de
haber sido movidos de su localización original. Dentro de ese conjunto se seleccionaron
para su análisis 163 bloques asignables cronológicamente a momentos formativos y/o
tardíos (Tabla 2; Figura 1).
Se emplearon dos escalas de análisis para abordar nuestro problema. La primera de
ellas considera al bloque como una unidad analítica. Dado que una cualidad del arte
rupestre es la de ser contemplado visualmente y que su visibilidad está condicionada y
es condicionante de su ubicación —a la vez que esto pauta ciertas formas de circulación
o movilidad en el espacio—, se analizaron aspectos distribucionales y visuales de los
conjuntos. En este sentido, se evaluó la disposición de cada bloque y su relación con
aspectos del paisaje tales como cursos de agua y otros elementos de la topografía.
Además, partiendo del hecho de que el arte rupestre establece vínculos con su entorno
pero también entre sí con otros bloques, se buscó definir las relaciones espaciales
(distancias) y visuales (visibilidad y visualización) que se establecen entre los mismos.
En cada análisis se incorporó la cronología del arte rupestre. Con este fin, el conjunto
fue segmentado previamente en dos subconjuntos temporales, uno Formativo y otro
Tardío1. Y en los casos en que los bloques presentaron reutilización, estos fueron
incluidos en ambos subconjuntos. La muestra quedó conformada entonces por un total
de 84 bloques que poseen motivos formativos y unos 116 tardíos. Por otra parte, para la
realización del análisis del número de caras grabadas y motivos por bloque, la muestra
se segmentó en tres subconjuntos —bloques formativos (n = 44), tardíos (n = 72) y
reutilizados (n = 32)— a fin de separar aquellos bloques con motivos exclusivamente
tempranos de aquellos que además habían sido reutilizados con posterioridad.
En primera instancia se establecieron las distancias más cercanas que separan los bloques
empleando la herramienta Near2 del paquete estadístico del programa ArcGIS 10.2, a partir
de las cuales se calcularon distancias mínimas, medias y máximas para cada subconjunto.
1. En este trabajo se ha organizado
la evidencia según dos grandes
bloques temporales debido a las
limitaciones de resolución del
esquema cronológico actualmente
disponible: uno Formativo, que
incluye las manifestaciones más
tempranas, asignables al Formativo
inferior (700 a.C. – 400 d.C.) y
Formativo Superior (400 – 1000
d.C.) y otro Tardío (1000 – 1430
d.C.). Respecto de este último,
cabe la posibilidad de que algunas
representaciones correspondan
a momentos inkaicos. Tal sería el
caso de los camélidos de patrón
lineal, aunque por el momento
la ausencia de diferencias en las
pátinas no ha permitido ajustar la
cronología.
2. Para la realización de los cálculos
de distancias los datos fueron proyectados en coordenadas Gauss
Krugger.
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Estos resultados se compararon mediante la aplicación de un test de significancia, lo cual
permitió establecer si existen o no diferencias estadísticas en las distancias entre bloques
de cada momento. Este mismo procedimiento se utilizó para evaluar las distancias que
separan cada subconjunto de bloques del curso de agua al cual se alinean.
La orientación de las caras grabadas se relevó en el terreno con brújula y se clasificó
en cuatro cuadrantes: noreste (entre 0 y 90° N), sudeste (entre 90 y 180° N), sudoeste
(entre 180 y 270° N) y noroeste (entre 270 y 360° N). Una quinta categoría, Cenital,
incluyó los bloques cuya cara grabada es la superior horizontal. Esto permitió establecer
tendencias en la orientación cardinal de las caras grabadas de cada subconjunto y testear
regularidades a lo largo del tiempo. Asimismo, y dado que el Tramo 1 conecta el fondo de
valle con la base del Nevado de Acay, se evaluó el sentido o dirección de desplazamiento
desde donde pueden ser vistas las caras grabadas. Esto es, discurriendo en sentido hacia el
Acay, desde el Acay o indistintamente en ambos sentidos. Luego se comparó la evidencia
para ambos momentos buscando definir variaciones temporales en ese aspecto. Al mismo
tiempo y con respecto a la ubicación desde la cual puede contemplarse el arte, se evaluó
la posición del observador en las unidades de paisaje —barranca arriba, barranca abajo,
ambas o desde la planicie— pensando en definir disposiciones desde las cuales los bloques
grabados pudieron ser vistos, así como posibles cambios en el tiempo.
Los aspectos de la visibilidad fueron trabajados en una matriz de datos donde se
consignaron qué soportes intervenidos se observan desde cada bloque (Armstrong,
2012). Se consideraron sólo aquellos donde es posible identificar motivos grabados.
Esta matriz invertida permitió calcular desde qué bloques son observables otros y el
número de veces en que esto ocurre, de forma tal de ponderar su visualización. Sobre la
base de la información recogida en la matriz de datos se establecieron cuatro categorías
de visualización: 1) no es visto desde ningún bloque; 2) es visto desde un bloque; 3) es
visto desde dos bloques; 4) es visto desde más de dos bloques. Luego se testeó si existen
diferencias entre ambos subconjuntos temporales para esta variable.
El tamaño de los bloques —variable fuertemente ligada a la visibilidad— también
fue considerado. Para tal fin, los tamaños se midieron con cinta métrica en terreno
y posteriormente se establecieron cinco rangos: muy pequeño (menor a 0,15 m²);
pequeño (entre 0,15 y 0,30 m²), mediano (entre 0,30 y 0,50 m²), grande (entre 0,50 y
1 m²) y muy grande (más de 1 m²).
Por último, vinculados con la intensidad de uso del espacio, se registraron y analizaron el
número de caras grabadas y motivos por bloque. Sobre la última variable, se definieron
cuatro categorías: 1) bloques con un motivo; 2) bloques con dos a diez motivos; 3)
bloques con 11 a 20 motivos; 4) bloques con más de 20 motivos. En estos análisis la
muestra se segmentó en tres subconjuntos, uno formativo, otro tardío y un tercero,
que incluyó los bloques reutilizados. Esto permitió separar los bloques formativos
estrictamente de aquellos con reutilización, que también presentan motivos o caras
grabadas durante el periodo Tardío.
Desde una segunda escala analítica, y complementaria de la anterior, se analizaron
cualitativamente los bloques reutilizados, evaluando la relación espacial entre motivos
con diferente cronología en un mismo soporte y las técnicas utilizadas, con especial
atención a las asociaciones recurrentes, la presencia de superposiciones y yuxtaposiciones.
Resultados
Comenzaremos con los resultados de los análisis distribucionales. Una variable
considerada fue la distancia entre bloques. Los resultados que surgen de su análisis
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estadístico sugieren que no existen diferencias significativas en las distancias que separan
los bloques en momentos formativos y tardíos (Tabla 3) (T = 0,58; gl 198; p = 0,5592).
Resultados similares se obtuvieron al analizar la distancia de los bloques a los cursos
de agua para cada subconjunto cronológico (Tabla 3). En esta oportunidad el test
de Student arrojó que tampoco existen diferencias significativas entre el conjunto de
bloques formativos y tardíos respecto de las distancias que los separan de los cauces
(T = 0,23; gl 198; p = 0,8188).
En lo que respecta a la orientación de las caras grabadas, se observó un marcado
predominio de las orientaciones sudeste y noreste, seguidas por las sudoeste y noroeste,
mientras que las caras cenitales son muy escasas (Tabla 4; Figura 2). Esta tendencia
se verifica tanto para el conjunto de bloques formativos, como de los tardíos. Los
resultados del test de Chi Cuadrado Pearson mostraron que no existen diferencias
significativas para esta variable entre los subconjuntos (X² = 3,95; gl 4; p = 0,4128).
También se mencionó que la selección de las caras grabadas determina un sentido de
desplazamiento para que estas sean vistas. En la Tabla 4 se aprecia que la gran mayoría
de caras grabadas son observables tanto en un sentido de desplazamiento hacia el
nevado de Acay como inversamente (Figura 2), no existiendo diferencias significativas
entre ambos subconjuntos (X² = 1,13; gl 2; p = 0,5689).
La posición de observación fue otra de las variables evaluadas. Los resultados arrojados
mostraron que en un mayor porcentaje las caras grabadas pueden ser contempladas
por encima de la barranca y con un valor sensiblemente inferior por debajo de esta.
Los porcentajes más bajos se encontraron entre los bloques cuyos grabados pueden ser
observados tanto barranca arriba como abajo o desde la planicie, esto es, alejándose más
de 30 m del borde del cauce (Tabla 4; Figura 2). Al igual que ocurrió con las variables
anteriores, no se observaron diferencias significativas entre el subconjunto formativo
y el tardío (X² = 1,3; gl 2; p = 0,7220).
Del análisis de la matriz de datos se desprendió que la mayoría de los motivos
representados en los bloques no pueden ser divisados desde otros (C1), seguidos en
orden de representación por aquellos que son vistos desde un único bloque (C2),
desde más de dos (C4) o desde dos (C3) (Tabla 5; Figura 3). Tal como ocurre en otras
variables, no se observan diferencias significativas entre el subconjunto formativo y
tardío en las frecuencias en que cada categoría de visualización está representada (X²
= 6,16; gl 3; p = 0,1039).
Pasando ahora al tamaño de los bloques, los soportes de tamaño grande —entre 0,5
y 1 m²— son los más representados en el conjunto general; seguidos en orden por los
pequeños —entre 0,15 y 0,30 m²—, los medianos —entre 0,30 y 0,50 m²—, los muy
grandes —más de 1 m²— y finalmente, los muy pequeños —menores a 0,15 m² (Tabla
5; Figura 3). Al tiempo que no existen diferencias significativas para esta variable entre
ambos subconjuntos cronológicos (X² = 2,10; gl 4; p = 0,7181).
Finalmente se analizaron dos variables directamente vinculadas a la intensidad de
uso del espacio. Una de ellas fue el número de caras grabadas. Como se desprende de
la Tabla 6, la mayoría de bloques del conjunto general presenta sólo una de sus caras
grabadas, aun los que evidencian reutilización. No existen marcadas diferencia entre
los subconjuntos en el número de caras grabadas, tampoco los reutilizados, aunque
ningún bloque temprano mostró tres superficies intervenidas (Figura 4).
La otra variable fue el número de motivos por bloque. Se observó al respecto que la
mayoría presenta entre dos y diez grabados (Categoría 2), un número importante de
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Distancias
M. E. De Feo
Distancia bloques (m)
Distancia ríos (m)
Cronología
Bloques N
Media
D.E.
Mínima
Máxima
Media
D.E.
Mínima
Máxima
Formativo
84
20,97
20,75
1,08
91,32
37,86
19,19
3,79
89,72
Tardío
116
19,33
18,15
0,21
83,97
36,56
21,39
3,77
137,37
Tabla 3. Resultados de los análisis de distancia entre bloques y entre bloques y cursos de agua para cada subconjunto temporal.
Orientación
Dirección
Cronología
Posición
Cenit
NE
NO
SE
SO
Desde
Acay
Hacia
Acay
Indis.
B. Ab.
B. Ab/
Ar
B. Arr.
Plani.
Formativo
0
29
10
34
11
6
10
68
30
7
32
15
Tardío
4
41
15
38
18
7
20
89
42
8
51
15
Total
4
70
25
72
29
13
30
157
72
15
83
30
Tabla 4. Resultados del análisis de las variables orientación, dirección y posición para cada subconjunto temporal. Referencias: B. Ab.
Barranca Abajo; B. Ab/Ar.: Barranca Abajo y Barranca Arriba; B. Arr.: Barranca Arriba; Plani.: Planicie.
Figura 2. Resultados del análisis de las variables orientación (arriba izquierda), dirección (arriba derecha) y posición (abajo) para cada
subconjunto temporal, expresados en porcentajes.
bloques posee sólo un motivo (Categoría 1), siendo escasos los que muestran entre 11
y 20 (Categoría 3) y aún más ocasionales, son los de más de 20 (Categoría 4) (Tabla
6; Figura 4). Y que esta tendencia caracteriza tanto al conjunto de bloques formativos
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Figura 3. Resultados del análisis de las variables visualización (C1: bloques no visibles desde
otros; C2: vistos desde un bloque; C3: vistos desde tres bloques; C4: vistos desde más de
dos bloques) (arriba) y tamaño (abajo) para cada subconjunto temporal, expresados en
porcentajes.
Visualización
Tamaño
Cronología
C1
C2
C3
C4
Muy pequeño
Pequeño
Mediano
Grande
Muy grande
Formativo
37
19
10
18
9
22
11
31
11
Tardío
53
40
10
13
13
24
23
43
13
Total
90
59
20
31
22
46
34
74
24
Tabla 5. Resultados del análisis de las variables visualización y tamaño para cada subconjunto temporal.
como tardíos, así como a aquellos reutilizados, excepto porque no se registran bloques
tempranos con más de 20 motivos. Mientras que el número de motivos para esta misma
categoría en bloques reutilizados es más del doble (n = 5) que lo observado en bloques
del periodo Tardío (n = 2).
Del texto se desprende que el número de grabados asignables cronológicamente al
período Tardío es superior al del conjunto más temprano. Unos 84 bloques presentan
motivos formativos y 116 poseen representaciones que corresponden a los momentos
más tardíos de la secuencia. Por otra parte, de este último número 37 bloques muestran
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Figura 4. Número de caras grabadas (arriba) y motivos (Categoría 1: un motivo por bloque;
Categoría 2: entre dos y diez motivos; Categoría 3: entre 11 y 20 motivos; Categoría 4: más de
20 motivos) (abajo) en bloques formativos, tardíos y reutilizados, expresados en frecuencias.
Caras grabadas
Motivos
Cronología
1
2
3
1
Hasta 10
Hasta 20
Más de 20
Formativo
44
3
0
16
29
2
0
Tardío
72
5
2
21
50
6
2
Form/Tard.
32
4
1
0
27
5
5
Total
148
12
3
37
106
13
7
Tabla 6. Número de caras grabadas y motivos en bloques formativos, tardíos y reutilizados.
motivos que han sido ejecutados en rocas previamente intervenidas, correspondiendo
esto al 33% de los bloques tardíos. Sobre este conjunto se llevó a cabo el análisis intrabloque, desde el que se abordaron las relaciones espaciales entre motivos de un mismo
soporte.
En referencia a esto, se registró que del total de bloques reutilizados una amplia mayoría
posee una única cara grabada donde se plasman motivos asignables a ambos momentos,
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Formativo y Tardío (ver Tabla 6). Del análisis de las asociaciones entre motivos y
temáticas representadas en dichos casos, se desprenden algunas regularidades:
Camélidos geométricos o rectilíneos de los patrones H2a y H3 tardíos (Aschero, 2000,
Figuras 5E y 10A respectivamente) se agregan a otros preexistentes de patrones de
diseños más realistas, con cuatro patas y dos orejas, dispuestos en forma aislada o
agrupados, ya sea esto en hilera (Figura 5A), o en distinto plano virtual de apoyo
o dirección (Figura 5B). Las muescas también son otro motivo que frecuentemente
aparece agregado en estos temas durante el Tardío.
Es recurrente el agregado de camélidos de patrones lineales más tardíos en bloques que
presentan figuras humanas de cuerpo geométrico elongado, y extremidades 3/4 perfil
o mascariformes formativos, ocupando lugares centrales o destacados, yuxtapuestos
a motivos tempranos de camélidos o suris (Figura 5D).
En muy pocos casos (n = 2) se observa que las nuevas figuras afecten otras previas. La
Figura 5C es un claro ejemplo de superposición de motivos.
Otro aspecto significativo es que en estos bloques, y también en otros no reutilizados,
no se observan diferencias en las técnicas de grabado aplicadas en cada momento,
predominando siempre los picados continuos o discontinuos de cuerpo lleno y el
surco picado continuo.
Existen además, motivos tardíos para los cuales siempre se opta por paneles antes
no utilizados. Es el caso de las figuras humanas con túnica triangular del patrón G3
(Aschero, 2000, figura 15b) (Figura 5E y 6H) o con atributos como varas, bastones y
tocados; las alineaciones de camélidos con pechera del patrón H2a (Aschero, 2000,
figura 5D); escenas de tiro de camélidos del patrón H1 (Aschero, 2000, figura 7A y B)
(Figura 6E) o en el caso que se muestra como ejemplo, con lazos y tarabitas (Figura
5F —bloque donde además se han impuesto otros motivos con posterioridad— y
6D).
Recapitulación de los resultados
Los análisis realizados abordaron aspectos vinculados con la espacialidad y visibilidad
de los conjuntos rupestres. En tal sentido, se evaluó el patrón de distribución de los
subconjuntos de bloques asignados a momentos formativos y tardíos. Los bloques,
tanto aquellos tempranos como más tardíos, se emplazan en el terreno definiendo un
trazado lineal, similar en cuanto a su longitud y direccionalidad. Los resultados de los
análisis de distancia entre bloques y de estos últimos respecto de los cursos de agua
mostraron que no existen diferencias significativas entre ambos subconjuntos.
Podría sugerirse que estas similitudes resultan de las características de la geomorfología
local, principalmente de la topografía, de la disposición de los cursos de agua y las
vegas adyacentes, actuando como condicionantes de estas distribuciones. En este
sentido, no puede desestimarse que estos factores han sido claves y determinantes
en la selección del área y de los bloques a grabar, tratándose de paisajes vinculados al
pastoreo de camélidos, pero no explican por sí mismos otras semejanzas observadas
entre el subconjunto rupestre formativo y el otro más tardío. Por ejemplo, respecto
a la variable distancia entre bloques, sería esperable que la menor densidad que se
registra durante momentos tempranos resulte en trayectos más largos entre los soportes
elegidos, no obstante esto no ocurre. Es decir, que los nuevos grabados que se agregan
en momentos tardíos se distribuyen manteniendo un distanciamiento semejante al
del patrón preexistente.
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M. E. De Feo
A
B
C
D
E
F
Figura 5. A) Bloque con superposición de camélidos con diferente patrón y pátina en una misma dirección y plano virtual
de apoyo; B) Camélidos y aves con diferente patrón en distinta dirección y planos de apoyo (fotografía con retoque
digital que permite resaltar diferencias de pátina); C) Bloque con superposición de motivos ;D) Motivo mascariforme
yuxtapuesto a motivos de aves y camélidos, los últimos de patrón lineal; E) Figuras antropomorfas de vestimenta
triangular, agrupadas; F) Camélidos de contornos geométricos, con lazos y tarabitas. Nota: Escala gráfica 15 cm.
Otras variables analizadas, que condicionan posiciones de observación y también de
desplazamiento en el paisaje, muestran una tendencia similar. Se observó un marcado
predominio de las caras con orientación sudeste y noreste para todo el conjunto de
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bloques. Se recordará además que la gran mayoría tiene una única cara grabada, lo
cual restringe las posiciones desde donde se pueden aprehender los motivos. Esta
orientación delimita un espacio de visualización para las representaciones mayormente
ubicado al este de los conjuntos, entre el curso de agua y la línea virtual que define
la alineación de bloques rupestres. Por su parte, el análisis de la variable referida a
la posición de observación reflejó que la mayoría de los bloques pueden ser vistos
desde arriba de la barranca, un número similar desde abajo y en menos casos desde la
planicie, o tanto desde arriba como desde abajo del perfil del cauce. En síntesis, esta
línea de observación y circulación que mencionamos antes, se ubicaría hacia el este de
los grabados, en ocasiones por encima y en otras por debajo del borde de la barranca
del río. Por último, no se observó que los bloques definan sentidos de desplazamiento
en el terreno, ya que la amplia mayoría pueden ser vistos siguiendo esta alineación en
una o en otra dirección. Dichas tendencias se observan para el conjunto formativo y se
mantienen en momentos tardíos, lo cual daría cuenta de la continuidad de este patrón
de organización espacial a lo largo del tiempo. Esto incluso se reproduce actualmente,
ya que esta misma ruta es la que hoy utilizan los pastores locales para desplazar el
ganado caprino y ovino desde el fondo de la cuenca hasta los puestos de invernada.
Variables tales como la visibilidad de los bloques o su tamaño tampoco mostraron
cambios en el tiempo. Del análisis de esta última se desprendió que se ha optado
por bloques grandes, de entre 0,5 y 1 m² de superficie, para el grabado y que esto
se observa en ambos subconjuntos temporales. Estos bloques seleccionados se
hallan dispersos naturalmente en el área y no se destacan por su tamaño de otros no
grabados. Por otro lado, no existen restricciones para su acceso ni físico ni visual,
no obstante, los bloques no presentan una alta visualización. Sólo un 16% de los
bloques del conjunto general poseen motivos que pueden ser vistos desde más de
tres posiciones. Alrededor del 40% de los mismos son observables desde uno o dos
bloques, y según se ha constatado en el terreno así como en la cartografía generada
en la plataforma SIG, son los más cercanos a ellos. Esta condición determina que
el observador, también circulante, divise desde un bloque el grabado más próximo,
o varios de ellos, pautando de esta forma un determinado modo de circulación
en ese espacio. Para otro porcentaje, que ronda el 45% del total de la muestra, se
divisa el bloque, no así el motivo grabado, que es percibido sólo al aproximarse al
soporte. Por este motivo consideramos que la localización en el terreno estaría sujeta
al conocimiento del paisaje por parte de los individuos o grupos de pastores, que surge
de una práctica reiterada a través del tiempo, especialmente teniendo presente que
un número importante de los bloques (de alrededor del 34% del conjunto general)
son de tamaño pequeño y muy pequeño.
Más allá de estas continuidades —que también se registran en las técnicas de
manufactura— durante el Tardío se habría detectado una mayor intensidad en el uso
del espacio, la cual se desprende de la presencia de bloques con tres caras grabadas o
con más de 20 motivos, sumado al número superior de bloques grabados asignables
a este período, más aun teniendo en cuenta su menor extensión temporal respecto
del formativo. Sin embargo, estos bloques más intervenidos no se destacan por la
complejidad de sus motivos —círculos, muescas, líneas onduladas— o por ocupar
posiciones destacadas en el paisaje como puntos salientes de la topografía, inicio o
final de tramos, quiebres del trayecto o bifurcaciones.
De la manera en que han sido reutilizados los bloques también se derivan algunas
regularidades. Como se mencionó antes, un 33% de los bloques asignables al período
Tardío presentan grabados previos, y si bien este porcentaje no es despreciable, se
observa una preferencia por la utilización de bloques libres, particularmente para
ciertos motivos como son la figura humana con vestimenta triangular y/o con tocados y
objetos, o los agrupamientos o alineaciones de camélidos rectilíneos, con o sin pechera.
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M. E. De Feo
En los casos que se ha optado por utilizar bloques previamente intervenidos, los
motivos que se plasman no suelen afectar los diseños ya existentes, siendo escasas las
figuras impuestas sobre otras previas, los picados y demás formas de obliteración. Por
el contrario, se observa que muchos de los motivos tardíos de estos bloques reutilizados
se agregan a los paneles manteniendo las temáticas o las distribuciones ya existentes.
Tal es el caso de las alineaciones de camélidos o los camélidos y suris en torno a figuras
antropomorfas o mascariformes tempranas. Parecería entonces, que estos motivos
preexistentes continúan siendo relevantes en esos nuevos discursos, aun cuando su
significado no necesariamente debió ser el mismo.
Resumidamente, el análisis de los aspectos distribucionales y visuales de los bloques del
Tramo 1 de La Damiana no sugiere cambios significativos entre los períodos estudiados,
aunque sí una mayor intensidad en el uso del espacio. Asimismo, se desprende de los
resultados que los bloques preexistentes no son excluidos de las configuraciones más
tardías, integrándose en ellas no sólo desde su disposición, sino también desde la
movilidad y la visibilidad. En tal sentido, no se observa una negación de los motivos
o temáticas previamente plasmadas, aun cuando el repertorio iconográfico del Tardío
incluye nuevos temas y cánones y patrones diferentes de representación (Aschero, 2000;
Martel, 2011; Martel y Aschero, 2007).
Valoración de los resultados
En esta sección se exploran de manera preliminar algunas propuestas respecto de las
prácticas vinculadas al manejo de camélidos en sociedades prehispánicas, materializadas
en parte en el arte rupestre, sus temáticas y arreglos espaciales, y de sus cambios a través
del tiempo.
Según la información presentada para La Damiana, al igual que ocurre con otros sitios
con arte rupestre de Quebrada del Toro (De Feo, 2014a, 2015; De Feo y Ferrauiolo,
2007; Meninato, 2008), los bloques con grabados no sólo indican, ya sea el inicio de
áreas productivas o los caminos que conducen hacia ellas, sino que también pautan
el movimiento en el espacio, condicionando la forma en que debe ser percibido ese
entorno; definiendo senderos, líneas de circulación, direcciones y posiciones desde
las cuales los motivos pueden ser contemplados. Y estas formas de ordenar el espacio,
según la evidencia presentada, poseen una larga persistencia en el tiempo.
Como se ha mencionado brevemente en la introducción de este trabajo, cambios
importantes en los sistemas socio-políticos y económicos ocurrieron en las comunidades
aldeanas locales hacia principios del segundo milenio de la era, aunque algunos indicios
de este proceso se remontan unos cinco siglos atrás (De Feo, 2014b). Formas de
organización basadas en la familia dan paso a otras más complejas, caracterizadas por
el surgimiento de élites y jefes regionales. Las pequeñas aldeas, espacios de residencia
y producción agrícola, son abandonadas, y la población se concentra en grandes
centros urbanos como Santa Rosa de Tastil, Morohuasi o Puerta de Tastil, proceso
que además implicó un marcado crecimiento de la densidad demográfica (Cigliano
y Raffino, 1973; Raffino, 1972). Si bien actividades tales como el pastoreo o la caza se
hallan documentadas al igual que la explotación estacional u ocasional de espacios
con oferta diferencial de recursos, durante el Tardío se registra una intensificación
de la agricultura, evidenciada por el desarrollo de tecnologías para el riego y la
modificación de la pendiente, así como también el surgimiento de sitios especializados
en la producción agrícola, como son Pie de Chañi, Pie de Paño y Pie del Acay (Raffino,
1972), este último ubicado también en Incahuasi. Asimismo, para este período se
menciona un fortalecimiento del control de las élites en los circuitos de intercambio
macro-regionales y el tráfico caravanero (Aschero, 2000; Nielsen, 1997-1998), que
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ya se encontraban vigentes al menos desde el Formativo (Álvarez Soncini y De Feo,
2010; De Feo, 2015; De Feo y Álvarez Soncini, 2010; Pereyra Domingorena, De Feo y
Bugliani, 2015; Raffino, 1977).
Pese a estas transformaciones, la continuidad en el patrón de organización espacial del
arte rupestre así como la incorporación de soportes o motivos tempranos dentro de
las lógicas de ordenamiento tardías —aun cuando pudieran ser re-significados—, nos
hablan de la persistencia de ciertos aspectos en la práctica del pastoreo de camélidos
y del caravaneo desde el período Formativo al Tardío, y de cómo estas actividades
se desarrollaron en el paisaje y de la red de relaciones sociales que involucraron.
Sobre esta última actividad, se dijo en un inicio que la iconografía registrada en La
Damiana respondería a contextos pastoriles más que caravaneros. Dentro del conjunto
documentado están presentes alineaciones de camélidos, representados con indicación
de carga o tarabitas o unidos por sogas —pudiendo o no estar precedidos y/o tirados
por figuras humanas— así como ciertos diseños abstractos que se han vinculado al
tráfico caravanero del Centro-Sur Andino (Aschero, 2000; Berenguer, 2004; Muñoz
y Briones, 1998; Núñez, 1985; Núñez y Dillehay, 1995; Yacobaccio, 1979) aunque en
bajo número. No obstante, espacialmente esta iconografía no se separa o destaca de
otros bloques, coexistiendo en un mismo sendero. La evidencia no parece indicar
que el pastoreo y el caravaneo fueran actividades separadas en el paisaje, al menos
en el tramo analizado. Sobre esto último, algunos ejemplos citados en la bibliografía
etnográfica, etnohistórica y arqueológica, cuestionan que tal segregación de espacios
ocurra de manera excluyente, señalando casos frecuentes donde ambas prácticas se
superponen espacialmente; dando cuenta además, que son los mismos actores sociales
quienes pueden llevar a cabo estas actividades y, consecuentemente, quienes son los
responsables de la producción y significación del arte rupestre pastoril/caravanero
(Martel, 2009; Nielsen, 1997-1998, 2006)
Volviendo a las transformaciones documentadas para momentos tardíos, se ha
sugerido que los cambios en la organización socio-política y en la economía habrían
afectado en mayor medida a los referentes objetivos del arte rupestre y cómo estos
son representados, más que el marco económico en el que es producido o a quienes
y dónde lo hacen (Aschero, 1996-1998, 2000; Martel y Aschero, 2007). Con relación
a esto último, los análisis presentados indican que no ocurren grandes cambios en la
manera en que se configura el paisaje durante este período respecto de lo previamente
documentado, aunque si se observa una mayor intensidad en el uso del espacio. Esto ha
sido verificado para el Tramo I de La Damiana, sin embargo, debemos ser cautelosos
en generalizar esta situación a toda la localidad. El número de bloques registrados a la
fecha es significativamente superior al estudiado, y estos también conforman trayectos o
recorridos, se asocian a cursos de agua y pasturas, pero además a sectores de residencia
o de producción agrícola. Su estudio se encuentra actualmente en proceso y puede
arrojar nueva información sobre la distribución del arte rupestre en el paisaje en una
escala más amplia y su asociación con otro tipo de evidencias.
Por otra parte, Martel y Aschero (2007) mencionan varios escenarios posibles sobre
cómo estas transformaciones ocurridas durante el Tardío en el orden socio-político
y económico se vieron reflejadas en los conjuntos rupestres, las temáticas e íconos
seleccionados para su representación y en sus interacciones con diseños previos.
Algunas de ellas graficarían las situaciones observadas en el Tramo 1 de La Damiana.
Por ejemplo, ocasiones en que camélidos de diseños rectilíneos tardíos, son agregados
junto a íconos formativos como son los “hombre cigarro” o los mascariformes. Otra
situación es la segregación espacial de motivos que aluden al poder de jefes o élites
respecto de otros menos conflictivos como son los camélidos o los antropomorfos
no jerarquizados. Figuras humanas con uncus y/o tocados portando objetos como
bastones, varas u otros, los escutiformes, los ancariformes y las hachas o cuchillos más
51
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3. A la fecha sólo se han documentado tres escenas como las
mencionadas. Se ubican en bloques cercanos entre sí, dispuestos
en el extremo noroeste del cono
de deyección, uno de ellos del
mismo lado que La Damiana y los
dos restantes cruzando la Ruta
Nacional 51, próximos a un cauce
de agua permanente conocido
como “el grande” y en el inicio de
una extensa vega de fondo de valle
y de un sector de viviendas. Por su
parte, en el tramo analizado, los
motivos antropomorfos del patrón
G se presentan o bien aislados o
de a pares, donde sí en este último
caso, uno porta objetos y puede ser
de un tamaño levemente mayor.
M. E. De Feo
o menos antropomorfizados del Tardío son considerados como la representación de
estos procesos de surgimiento y consolidación del poder de las élites o curacas (Aschero,
2000; Berenguer, 2004; Martel, 2009; Montt y Pimentel, 2006; Podestá et al., 2013).
En el caso analizado se observan nuevos cánones y patrones de representación para
camélidos y antropomorfos. Para ambos tipos de motivos se ha observado que algunas
modalidades tienden a representarse en paneles libres, aunque siempre manteniendo
patrones espaciales y visuales preexistentes; nos referimos a los camélidos con pechera
en hilera o de tratamiento geométrico rectilíneo, las escenas de tiro de esta última
variante de camélidos o las figuras humanas con vestimenta triangular, aisladas, que en
escasas ocasiones portan varas o algún otro tipo de instrumento (Figuras 5E y F y 6B,
D, E y H). Muy poco frecuentes son, asimismo, los escutiformes (un caso observado
del patrón H4 sensu Aschero, 2000, figura 19) o los tupus. Escenas donde las figuras
humanas del patrón G3 se representan organizadas en hileras, precedidas por otras más
ataviadas con tocados complejos o vestimentas diferenciales como uncus y/o portando
objetos, son aún menos recurrentes en Incahuasi3 y no están presentes en el Tramo 1
aquí estudiado.
Sobre estas escenas, el reemplazo de figuras antropomorfas tardías, simples y aisladas,
como las que se registran mayormente en La Damiana, por otras donde existe un mayor
despliegue de atributos indicadores de diferenciación social, emblemas corporativos u
otros íconos de autoridad, ha sido leído como un posible indicador de la consolidación
de poder de las elites durante el Tardío (Adris, 2009-2011; Nielsen, 2007). No obstante
y como señalan estos autores, estos procesos no necesariamente debieron implicar un
control estricto sobre la producción local y el tráfico regional. En esta dirección podría
interpretarse la evidencia analizada, en la que las figuras ataviadas, portando bastones
o instrumentos, precediendo otras menos jerarquizadas, o los grandes escutiformes,
son poco frecuentes. Pensamos que este poder sí se habría manifestado con mayor
presencia e intensidad en las cercanías de sitios de residencia, particularmente de Santa
Rosa de Tastil, el más grande núcleo urbano de la Quebrada del Toro. Próximos a este
último asentamiento, en Abra de Romero, danzantes, uncus y escutiformes aparecen
representados con más frecuencia en sitios con arte rupestre como Corral Negro, El
Duraznito, Cerro Abra Romero y El Negro (Meninato, 2008).
La ausencia de estos íconos en el tramo analizado podría estar indicando cierta autonomía
de acción de los individuos o grupos de pastores/caravaneros, productores del arte
rupestre, respecto de estas emergentes estructuras de poder. La coexistencia de estrategias
de comunicación que antes se mencionaron, esto es, el surgimiento de nuevos íconos
o temas que se imponen y participan de estos renovados discursos visuales, a la vez
que coexisten con otros previos, creemos podría ser reflejo de esta situación. Sobre los
motivos mascariformes o antropomorfos geometrizados tempranos, Aschero y Korstanje
(1996) proponen que estas figuras podrían representar la materialización del ancestro,
destacando su rol como demarcadores de la posesión de territorios por parte de una
determinada comunidad o linaje, a la vez que los vinculan con prácticas relacionadas con
la fertilidad de las pasturas y la reproducción de los animales. El hecho de que bloques
con tales íconos no sean excluidos de los recorridos, y sean incluso reutilizados, podría
sugerir cierta vigencia en las prácticas y ritos locales vinculados al pastoreo/caravaneo de
camélidos o, como sugiere Aschero (2000), que su beneficio hacia las tropas de camélidos
era conocida o resignificada, si bien evidentemente dejan de ser replicados.
Todo lo anterior no implica desconocer los cambios documentados en el orden
sociopolítico y económico de estas sociedades durante el Tardío en los conjuntos
rupestres, manifestados principalmente por la ocurrencia de nuevos temas y formas
de representación —aspecto que estaría reflejando cambios en los “contextos de
significación” de estos grupos como se ha sugerido para otros sectores del área
circumpuneña (Aschero, 2000, p. 17)— sino relativizar sus consecuencias en la
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B
A
C
D
E
G
F
H
Figura 6. A y C) Motivos de camélidos formativos: camélido con 4 patas y dos orejas y camélido con atributos felínicos; B y D) Motivos de
camélidos tardíos: camélidos con pechera alineados y camélidos de patrón rectilíneo con sogas; E) Camélidos de patrón rectilíneo tardíos,
tirados por figura humana; F y G) Antropomorfos formativos de cuerpos geometrizados elongados; H) Antropomorfo con uncu tardío. Nota:
Escala gráfica 15 cm.
organización de las prácticas ligadas al manejo del ganado, sobre la red de relaciones
sociales que se establecen, las personas que lo llevan a cabo y los rituales a ellas asociadas.
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La evidencia presentada para el Tramo 1 de La Damiana muestra cambios y
continuidades para el período Tardío respecto de momentos previos. Continuidad en
la manera en que el espacio es organizado y utilizado en el marco de las actividades
pastoriles/caravaneras, en la recurrencia de ciertos temas como son los camélidos y
los antropomorfos y en la reutilización y/o resignificación de motivos preexistentes.
A su vez, nuevos temas e íconos se imponen. Comprender estos procesos en toda su
complejidad requiere profundizar varias líneas de investigación. Por un lado, ampliar
el relevamiento de sitios con arte rupestre asignables cronológicamente a distintos
momentos de la ocupación prehispánica, y por otro, establecer tendencias en la
distribución de ciertos motivos o temáticas y su asociación particular con diferentes
tipos de sitios (poblados, sitios de producción agrícola yo pastoril, rutas o senderos,
entre otros). En estas direcciones se está trabajando actualmente.
Agradecimientos
A Lucia Coria y familia, a la comunidad de Las Cuevas y al Sr. Gerón por apoyar nuestras
investigaciones en el área. Por el mismo motivo a la familia Taritolai, especialmente a
Mirta e Hipólito y al Sr. José. A Pedro Cruz. A María Alejandra Bazzano por las horas
bajo el sol, con calor o frío, con viento o con agua nieve, documentando grabados en
el campo; sin su ayuda esta tarea no hubiese sido posible. A Diego Gobbo por el diseño
de las figuras que acompañan el texto. A Iván Pérez y Reinaldo Moralejo por responder
mis consultas sobre estadística. A Enrique Moreno por emprender la organización del
simposio que dio el puntapié para esta publicación. A María José Figuerero y Guillermo
Mengoni por su generosidad. Finalmente, a los evaluadores por sus valiosos aportes a la
versión original del manuscrito. Estas investigaciones fueron financiadas parcialmente
con un subsidio UNLP (N806).
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