EL CLUB
Director: Pablo Larráin, 2015
Con Roberto Farias, Antonia Zegers y Alfredo Castro.
¿De qué va? Un grupo de curas y una monja viven en una casa, en los confines de la costa chilena. Su única actividad parece ser el entrenamiento de un galgo para que gane las carreras locales. La aparición de un nuevo miembro del ‘club’, que se suicida ante las acusaciones de abuso de un perturbado, amenaza con destruir la armonía del grupo.
¿Y qué tal? ¿Cómo hablar de la ola de pederastas en la institución eclesiástica sin caer en obvias moralinas, haciendo justicia al horror de tantos y tantos casos de abusos? Pablo Larraín tiene la solución: disparando a matar. En lo que va de festival –y mira que lo necesitábamos- es la película más desagradable, perturbadora, terrorífica y hostil. El tema lo pide a gritos. 'El club' del título es el club social más perverso que imaginarse pueda: un grupo compuesto por tres curas pederastas, otro traficante de niños y una monja maltratadora conviven en una casa que no es más que una prisión de régimen abierto. Larraín vuelve a jugar con la textura de la imagen –muchos criticaron 'No' por estar rodada en Umatic- haciendo que toda la película esté bañada de una molesta penumbra, los curas filmados a contraluz, como engullidos por la sombra. Es mejor no contar lo que ocurre –que incluye, eso sí, unas cuantas confesiones de los pederastas, nada arrepentidas, y la de una víctima, con todo detalle- y sí el coraje y las ganas de tocar las narices de Larraín, de hundir el dedo en la llaga pisando cadáveres como quien pisa margaritas. No piensen que la institución se salva: hay un cura ‘bueno’, sí, que lo único que quiere es no dañar a la iglesia.
AS WE WERE DREAMING (Als wir träumten)
Director: Andreas Dresen, 2015
Con Merlin Rose, Julius Nitschkoff y Marcel Heuperman.
¿De qué va? Rico, Daniel, Paul y Mark han crecido en la Alemania del Este, en los suburbios de Leipzig. Su entrada en la juventud coincide con la reunificación del país. Se beben la vida de un trago y se atragantan. Esta es la crónica de una amistad eufórica y su declive.
¿Y qué tal? A quienes consideren 'Trainspotting' como un título clave de la historia del cine juvenil, se les caerá el alma a los pies. Y no será porque ambos filmes no tengan puntos de contacto: música electrónica, persecuciones (aquí con neonazis de por medio), barrios marginales, confusión post-adolescente, heroína al por mayor… Y sobre todo, la amistad, que no puede con todo. Las comparaciones son odiosas, pero Andreas Dresen no le llega a la suela de los zapatos, a Danny Boyle. ¿Es posible hacer una película aburrida con semejante material de partida? El problema no está tanto en las situaciones, demasiado estándar para una trama que, teóricamente, está anclada en un contexto histórico que la define sino la torpeza en encontrar un ritmo, una empatía con los personajes, una verosimilitud más allá del tópico.